lunes, 26 de marzo de 2012

Walking dead. Final de temporada y comienzo de la época postapocalíptica.

El final de la segunda temporada me parece muy interesante por dos cosas. Primero porque muere Shane. El más adaptado de todo el grupo. El que quiere avanzar hacia el post-apocalipsmo sin fases y es precisamente su muerte, la que permite a los demás darse cuenta de que las leyes y la moralidad de una sociedad civilizada ya no funcionan y tienen que reinventarlas leyes y empezar a elegir cómo quieren vivir.

. walkingdeadOtro momento es este. La aparición de este personaje también adelanta lo que ocurrirá en la tercera temporada. De la supervivencia a la adaptación. Sería impensable una imagen así durante la primera temporada, además todas las conversaciones y todos los enfrentamientos apuntan en la misma dirección.Adáptate o deja que te coman…

domingo, 25 de marzo de 2012

Capítulo 4 “La espera”

 

La expedición al desierto no acababa de volver y los soldados se mostraban muy tensos. Sin armas estaban perdidos, no serían capaces de rebatir ningún ataque.

En otras zonas también se habían organizado, la voz de alarma había llegado a todo el continente y, de manera misteriosa, había incluso atravesado el océano

El huerto comenzaba a lucir un aspecto desaliñado. Sin gente para cuidarlo, habían optado por mantener la parte que estaba a punto de dar fruto y abandonar el resto. Ya no tenían más hierro fundible para fabricar flechas. Las pocas armas que tenían brillaban, relucientes para evitar que se encasquillaran. Y las municiones contadas y recontadas. Empezó a correr el rumor de que la expedición no volvería. Que habrían sido atacados por algún grupo zombi. Tony y Roberto, pero sobre todo Roberto, estaban muy nerviosos.

-Si no vienen no podremos mandar más coches, no podemos derrochar la poca gasolina y los pocos vehículos que quedan.

-Tienen que volver. Los gemelos siempre lo hacen.

-Ya pero no cuando están muertos, si se han encontrado con una emboscada no habrán podido con ellos.

La espera era horrible. Los únicos que estaban entretenidos eran Freak y sus amigos, los cuales llamaron a Luna cuando terminaron la catapulta.

-¿Ves? Ya está. Vamos a probarla.

Cargaron una piedra, tensaron la cuerda y la soltaron. La piedra estuvo a punto de aplastar al vigilante que, subido a una gruesa pared de hormigón, oteaba el horizonte.

-Necesitamos algo que la haga saltar más rápido un... un....-

-Un muelle- Alan apareció por detrás limpiándose las manos a su mandil. Se dirigió a la catapulta y la estudió dando vueltas a su alrededor.

-Un muelle de unos 10 centímetros de grosor puede servir, que mida unos tres metros y la colocáis aquí.- Y señaló un punto.- La cacerola debe ser más pequeña, que pese un poco menos y así lanzáis a más altura.

Todos le miraron alucinados.

-Era físico antes que cocinero- Y se encogió de hombr os.

Al día siguiente tenían hechos los arreglos y Alan les enseñó a calcular la distancia a la que podrían lanzar.

-Es cuestión de relacionar el peso de la piedra con el ángulo de lanzamiento, veréis...-

Tony observaba con un leve rictus de sorpresa en la cara, Luna fumaba sentada con los pies apoyados en la mesa.

-Al final sus esfuerzos valdrán para algo y míralos, están más fuertes que nunca.

El ejercicio de cortar, acarrear y montar la madera amén de transportar las piedras había dotado a los chicos de unos prominentes músculos en los brazos y en el pecho. Malik los llamó para su entrenamiento de tiro al arco.

-Y hombre.- Luna aspiró el humo- A alguno pillarán debajo, digo yo.-

Alan les concedió dos días de vida más a las vacas para que pudieran transportar más rocas.

-Si llenáis el cazo de piedras pequeñas también, crearéis el efecto de una lluvia, también eso puede hacer mucho daño.

Así que se dedicaron a llenar sacos de piedras del tamaño de una mano.

Ya no tenían más trucos, ni trampas ni nada.

La situación era agobiantemente peligrosa pero no se les ocurría nada más que pudieran hacer. Quedaban 15 días para el ataque. 15 días de espera, de espesa y tensa espera. La tensión era enorme y necesitaban romperla de alguna manera.

-Hagamos una fiesta.

En el cobertizo todos miraron a Alan.

-No podemos hacer nada hasta que los gemelos vuelvan, así que podríamos disfrutar un poco, por un día. Hacer un baile, un concurso de algo.... no sé.

Anne apoyó la idea y Adrian por supuesto. Los demás se miraron desconcertados.

-De acuerdo.

Se sacrificó una vaca para el convite. Algunos llevaron timbales y flautas. Y Alan llevó dos bidones llenos de cerveza.

El protagonista de la fiesta fue Adrian, que entre comida y cerveza se encontraba en su salsa. Hicieron un pequeño concurso de tiro al arco, quedando como finalistas Anne y Luna que disfrutaron de aquel reto, y lo dejaron empate. Y luego un campeonato de pulsos en el que Adrian se hizo el rey indiscutible. La cerveza corría. Ann eno permitía que el vaso de Luna estuviera vacío ni la dejaba un momento tranquila. Sabía que su pensamiento estaba con Débora y con los que habían huido al desierto. Cuando los timbales dejaron de sonar, se sentaron en el suelo de la choza. Luna escondió su rostro en el cuello de Anne.

-Anne, tú podrías ver si está bien Débora...- Anne asintió, sabría que se lo pediría. Apoyó su mano en la pulsera que Luna llevaba, se la había regalado Débora-

-Veo un edificio... todo es arena, y está bien. Tiene al niño de Aliana en brazos y sonríe...-

Luna suspiró y borracha, se durmió en brazos de Anne, que la abrazó como a una niña pequeña. Si la hubiera conocido antes de la llegada a Marte, no se habría fijado en ella nunca. Lo sabía porque Luna le había contado que antes era una estudiante de derecho. Anne no podía imaginársela con camisa y pantalones elegantes, ni con el pelo largo. Siempre había conocido a la guerrera Luna desaliñada, con el pelo corto, pantalones militares y camisa gris, siempre vigilante y expectante. Sólo medía un metro sesenta pero aprovechaba su baja estatura para escurrirse y luchar de una manera que ni Ann eni nadie había visto nunca. Y también era a la vez, capaz de reírse a carcajadas con las tonterías que le contaba Freak, una niña que se transformaba en la mejor luchadora cuando la situación lo requería. Le encantaban aquellos ojos capaces de tornarse en la mirada de una fiera y pasar al segundo a sonreír, en silencio. No podía imaginársela con gafas y cara de estudiante, como Luna le había contado que era antes. Ella siempre había sido así. Antes había sido motera, trabajaba en un garaje y los fines de semana se dedicaba a viajar de aquí para allá, como ahora.

Y ahora Luna había vuelto a ser la luchadora de siempre.

La fiesta se prolongó al amanecer, cuando Anne y Luna dormían abrazadas.

Pero el descanso no duró mucho.

Primero se oyó, lejano y atenuado, como un run-run. El vigilante levitó para observar quienes eran los que producían aquel ruido y se dirigió corriendo a la torre de control. Allí hizo sonar una sirena y se dirigió corriendo hacia la puerta.

-¡Ya vienen!

Durante un segundo todo el mundo creyó que eran los zombis y salieron corriendo, colocándose los cinturones con los espadines. Pero el vigilante ya había abierto la puerta.

-La expedición ya está aquí.- Y todos respiraron tranquilos.

Los gemelos se posaron orgullosos de un enorme trailer.

-La base estaba llena de zombis y acabamos con todos.

Arian le entregó un papel arrugado a Roberto.

-Están todas las cantidades aquí.

Al administrador se le iluminó la cara.

-Bazocas, ametralladoras, minas...

El administrador se subió al camión y comenzó a distribuir el arsenal.

Xuga se lanzó hacia la jarra de agua que Alan le llevó.

-Falta Ander.

-Una emboscada- Se limitó a decir Orion, mientras bebía directamente de la jarra.

Ander fue la primera baja que sufrieron antes de comenzar la lucha.

Delimitaron varias zonas del llano que rodeaba el poblado para colocar las minas y se repartieron las armas en función de las capacidades y habilidades de cada uno. Los gemelos recibieron a sus novias con los brazos abiertos y luego se dirigieron a la torre de mando. Orion tenía un fajo de papeles que le tendió a Tony.

-Guiamos a los que huían al desierto a la base, se esconden allí ahora. Pero lo mejor es esto...-

“Proyecto Marte”.-

El proyecto Marte era una misión de investigación mandada a Marte. Se le dio una gran importancia y aquel día todo el mundo estaba pegado al televisor.cd

Desde aquella base militar, por lo que Tony iba leyendo, se había organizado la seguridad del proyecto, pero lo que encontraron los gemelos no sólo era el sistema de vigilancia sino un experimento sobre la aplicación de rayos ondas a través de la televisión. Y cómo incidía en un determinado gen, regulador de las radiaciones psíquicas del cerebro humano. Tony leyó aquellos papeles durante toda la noche, mientras los demás organizaban la defensa del campamento.

La llegada a Marte era una manera de mantener a la gente delante del televisor. Por eso se dio tanto bombo a la llegada a Marte de la nave investigadora. Las ondas llevaban una programación muy clara, se crearía una conexión mental de todo el mundo, conexión comandada por un equipo de científicos. El experimento consistía en crear aquel hilo entre todas las mentes durante unos minutos, pero algo falló y millones de personas quedaron mentalmente anuladas, sólo el instinto permaneció. De un plumazo todos los recuerdos y conocimientos fueron anulados. Entre los papeles había un diario, una especie de cuaderno de bitácora de aquel experimento. Lo había escrito uno de los científicos.

“Durante años llevamos haciendo estos experimentos, con ratas de laboratorio y primates con resultados muy satisfactorios. Al experimentar con humanos, los resultados fueron más que excelentes, puesto que el cerebro humano es mucho más grande y deja menos espacio para el instinto y controles básicos y más espacio para la memoria y el aprendizaje, justo la parte que el gen controla y la parte que podemos controlar a partir de los rayos ondas. Gracias a la experimentación pudimos concluir algo que en la ficción se había explotado: la existencia de la telepatía. La capacidad del cerebro para comunicarse con otro a través de señales mentales, y la capacidad para controlar el tiempo y el espacio. ”

Ahora Tony se explicaba de dónde salía la capacidad de levitar y los poderes de los humanos.

“Durante años luchamos para hacer que la comunicación mental pudiera reproducirse para todos los humanos y gracias al señor T, la investigación puede extenderse a todo el grueso de las personas”

“El 15 de mayo lanzaremos los rayos a través de televisión, en la emisión de la llegada a Marte de una nave”

Tony se saltó los preparativos y buscó el momento en que aquellos rayos se emitieron por la tele.

El señor Laudan, director de la investigación, debía apretar el botón que permitiría que los rayos llegaran a todos los satélites para que la señal llegara a todas las televisiones. La señal estaba programada para lograr una interacción total de todos los cerebros de las personas que en aquel momentos vieran la tele, esta interacción duraría unos minutos, lo suficiente para recabar información para seguir investigando.

Pero algo sucedió. El señor Laudan parecía muy tenso y nervioso, en el momento de lanzar la señal me puse pálido, el disco que había introducido no era el programado por nosotros, yo era el único que me había dado cuenta. Sobre todo porque había sido yo quien había diseñado aquel disco y quien había introducido la información necesaria, me había pasado meses dándole vueltas a aquel disco, perfeccionándolo, buscando el material adecuado, y el disco que el señor Laudan había introducido en el ordenador no era el que le había entregado. Cogí a Laura del brazo y tiré hacia Laudan, le dije que por qué no había introducido mi disco y simplemente apretó el botón. No sabía qué información podía contener pero sabía que no había nada bueno, si no Laudan hubiera informado de un cambio a última hora y no lo había hecho. Mis colegas me sujetaron, sin saber qué ocurría, y les grité que pararan el programa. Todos, incluida Laura me miraban extrañados, pero Laudan apoyó mis palabras al sacar del bolso un revólver y apuntarnos con él. Quédense quietos y no hagan ninguna tontería. Todos le miramos entre sorprendidos y extrañados, y ocurrió. También nosotros estábamos sujetos al experimento, pero procuré no mirar a la pantalla. Los hombres que me sujetaban comenzaron a gritar y a apretarse la cabeza como si algo se la estuviera presionando. Laudan entonces, consciente de lo que ocurría, paró el programa a duras penas y la emisión no llegó a lanzarse completamente, pero el daño ya estaba hecho. Nos quedamos encerrados en el laboratorio, los soldados habían visto la emisión y corrían por los pasillos, como locos, disparándose y matándose entre ellos. Sólo unos pocos no habían visto la televisión, y murieron sin saber porqué sus compañeros les atacaban.”

A partir de aquí el relato contaba cómo habían intentado sobrevivir y cómo al final los soldados consiguieron entrar en el laboratorio.ojo

Tony salió de la choza y aspiró el aire nocturno, demasiadas cosas para una noche, al día siguiente les explicaría qué era lo que había ocurrido. El corte de la emisión era lo que había provocado que algunos no se hubieran vueltos locos, y que desarrollaran los poderes que ahora tenían. Recordó aquella llegada a Marte, estaba sentado en el sofá, haciendo tiempo para celebrar un funeral, no había notado nada extraño... hasta que salió a la calle. Y también se explicaba porqué algunos no tenían poderes ni se habían vuelto locos, como Adrian. Simplemente no habían visto la retransmisión.

Al día convocó una reunión y les explicó lo sucedido. Todos se asombraron, pero no tenían tiempo para lamentaciones, tenían que defenderse de aquella gente. Pero Tony estuvo a punto de sufrir un ataque de nervios, los días posteriores a aquel suceso, había estado a punto de volverse loco, buscando una explicación a todo lo que estaba ocurriendo. Y ahora, después de cinco años en los que había aprendido a no cuestionarse lo que ocurría y simplemente sobrevivir, descubría el porqué de toda aquella locura que había sacudido al mundo. Luna posó una mano en su hombro.

-Lo que ha ocurrido ya no puede solucionarse.

-Pero son millones, millones de personas anuladas por un experimento, por un triste y ruin experimento. Es... increíble.- Y suspiró.

Luna sabía que si dejaba que Tony se derrumbara, los demás también lo harían. También ella estaba enfadada, no sabía qué pensar ni qué sentir, pero lo último que les hacía falta era pasar por aquello ante el ataque inminente de los zombis. Necesitaban toda su fuerza física pero también la fuerza moral para sobrevivir.

-No puedes abandonar ahora Tony, te necesitamos. Esas personas no son culpables de lo que ocurre, pero no podemos hacer otra cosa aparte de defendernos, son ellos o nosotros.

Tony salió del cobertizo mientras que los papeles que había leído iban pasando por las manos de los sorprendidos soldados.

Faltaban cuatro días para la fecha del ataque que el Oráculo había predicho. Doblaron las guardias y comenzaron a llegar coches de otras comunas. Habían concluido que unidos tendrían más probabilidades de sobrevivir. Dejaron los caminos plagados de minas y de trampas.

Freak enseñaba su catapulta la cual contrastaba con las armas que los soldados portaban. Habían reforzado el muro que protegía el poblado con hormigón que encontraron en una cantera abandonada, la comuna era prácticamente inexpugnable.

Tony se encerró en su choza, y los demás decidieron dejarlo tranquilo y seguir con los preparativos.

El huerto, que tanto habían cuidado, estaba ocupado por los coches. Si los zombis lograban entrar tendrían que huir y los dejaron a punto para irse.

La última noche Luna y Ann durmieron abrazadas. Freak y sus amigos se quedaron en la catapulta y Malik les dio su última clase como soldado. Había fabricado unos pequeños colgantes con el dibujo de la cruz roja que tenían como insignia y unos cuchillos que les entregó.

Adrian sorteó unos cuantos cuerpos que dormían en el suelo para llegar a la choza de Tony. Se encontró con la misma imagen, desaliñada y desencajada de hace cinco años. No llevaba el alza-cuellos pero estaba arrodillado ante una cruz de madera. Y Adrian se alegró de no haberlo matado la primera vez que lo vio. Lo había confundido con un zombi. Con aquel pelo largo y aquella mirada perdida. Pero en el último momento se dio cuenta de que aquello no era locura sino tristeza. Ahora volvía a ver aquel hombre, triste porque no entendía qué le ocurría al mundo. Pero su mirada era diferente, tenía un brillo diferente.

Tony se levantó y comenzó a prepararse.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Día Mundial de la Poesía

http://www.un.org/es/events/poetryday/

Un día tarde, pero la poesía no entiende de momentos concretos. De repente te asalta en medio de la calle. En la calada de un cigarro o en medio de una conversación intranscendente. Cuando la llamas no acude, y es entonces cuando recurro a los libros de mis estanterías y busco los versos que necesito leer y sentir…

 

Dato biográfico -Ángel González-.

Cuando estoy en Madrid

las cucarachas de mi casa protestan porque leo por las noches.

La luz no las anima a salir de sus escondrijos,

y pierden de ese modo la oportunidad de pasearse por mi dormitorio,

lugar hacia el que

—por oscuras razones—,

se sienten irresistiblemente atraídas.

Ahora hablan de presentar un escrito de queja al presidente de la república,

y yo me pregunto:

¿en qué país se creerán que viven?;

estas cucarachas no leen los periódicos.

Lo que a ellas les gusta que yo me emborrache

y baile tangos hasta la madrugada,

para así practicar sin riesgo alguno

su merodeo incesante y sin sentido, a ciegas

por las anchas baldosas de mi alcoba.

A veces las complazco,

no porque tenga en cuenta sus deseos,

sino porque me siento irresistiblemente atraído,

por oscuras razones,

hacia ciertos lugares muy mal iluminados

en los que me demoro sin plan preconcebido

hasta que el sol naciente anuncia un nuevo día.

Ya de regreso en casa,

cuando me cruzo por el pasillo con sus pequeños cuerpos que se evaden

con torpeza y con miedo

hacia las grietas sombrías donde moran,

les deseo buenas noches a destiempo

—pero de corazón, sinceramente—,

reconociendo en mí su incertidumbre,

su inoportunidad,

su fotofobia,

y otras muchas tendencias y actitudes

que —lamento decirlo—

hablan poco a favor de esos ortópteros.

 

(este no lleva título… Homoerótica… puede ser….) la verdad es que no se me ocurre ningún título…

Para empezar estudiaré tu mano.

Su quehacer, su sentido, su estrechura

Y contaré sus dedos a media que

Se vayan entrelazando con los míos.

Sentiré tu palma sin tener que aplaudirte.

Y cuando ya conozca todas las partículas

que componen tus manos

seguiré por la autopista

de tu columna vertebral.

Contaré todas sus vértebras.

Una a una

Para comprobar que no falta ninguna.

(cosa extraña puesto que cuando

me amas, tu voluptuosidad se vuelve sinuosa

como si tu columna fuera una serpiente.

Una cruel y a la vez tierna serpiente. Y las

Leyes de la física no existieran en nuestra cama)

Para surcar sus huecos y ángulos

Humedecerlos, cantarle una canción a sus

Adentros…

Alzar la voz desde tu interior.

Gritar tu grito.

Gritar tu jadeo.

Afinar tus cuerdas vocales al tacto

Y a mi contacto…

Oler tu olor

Aspirarte suavemente

Para que oxigene mis pulmones…

Y cuando por fin de mis manos salga una tesis

Sobre tu cuerpo. El mejor tema que se me ocurre

Para realizar un meticuloso, estricto y concretísimo

Trabajo sobre tus partes y bibliografías… me sentaré, a modo

De epílogo y conclusión en la cama, a tu lado. Y te observaré

Mientras duermes, para que me hables sin las palabras

de este mundo, que no sirven para nada cuando

el mundo es nuestra alcoba y tu sueño… cuando tú duermes para mí

y solo existe tu respiración acompasada con los latidos de mi corazón.

Aire de tu aire que me das para seguir respirando.

(Escrito por la que suscribe durante mi época universitaria)

Cuando era pequeña, mi madre nos daba a mi hermana el famoso “paguitu” los domingos, para gastárnoslo después de ir a misa. Nos daba cien pesetas a la semana hasta que cumplimos los doce años y luego siguió dándonos doscientas hasta que cumplimos los quince cuando las condiciones mejoraron hasta las mil pesetas a la semana.

Con aquellas cien pesetas hacía milagros. Mi hermana se lo gastaba en chucherías y guardaba una parte en una hucha… pero no me acuerdo para qué era. Yo me gastaba cincuenta pesetas en un tebeo. Era todo un ritual. Iba a la tienda, y mientras mi hermana contaba las gominolas, yo le daba vueltas a la estantería giratoria de los tebeos. A veces era Zipi y Zape, otras Mortadelo y Filemón… algunas cómics americanos… y las otras cincuenta pesetas también las guardaba para comprarme lo que llamábamos “libros de verdad” que costaban un poco más que los tebeos. Estos libros los compraba bajo la supervisión de mi madre para que no comprara libros de adulto, porque según decía ella “te pueden aburrir”. Esta censura duró hasta los doce años, a partir de ése momento, ya no volvieron a controlar lo que leía.

Y un día, llegó. Llamó a la puerta, era una señora. Le dio la mano a mi madre y nos la dio: ¡¡la revista del Círculo de Lectores!. No pretendo hacerle propaganda, pero cuando tienes doce años y te encanta leer, que aparezca una revista así era la caña. Sobre todo cuando vives en un sitio tan pequeño como Macondo, hace más de quince años y no llegaban aquellos libros al quiosco de Mari, el único comercio de todo Macondo al que podía ir sin pedirle permiso a mi madre. Y no es que Mari no fuera maja, que lo era y mucho, pero sólo pedía libros que se vendían, es decir las colecciones de Arlequín y Jazmín (¡Qué míticos!), los tebeos, y algunos perdidos que compraba de oferta y ésos eran lo que yo compraba.

Le lloré a mi madre por la revista. Y llegamos a un acuerdo. Podía pedir libros que no costaran más de mil quinientas pesetas y si quería alguno que costara más, pondría yo la diferencia . Mi madre no era tacaña porque sí, en aquella época no es que nuestra situación económica fuera muy buena, así que había que ajustar gastos. Y así llegaron a mi casa libros como “La historia interminable”, que leí y releí como cincuenta millones de veces. ¿Os acordáis de Rebeldes de Susan Hinton?. Krabat y el molino del diablo. Mort de Terry Pratchett, la autora de Mundodisco que ahora está tan de moda y resulta que la mayoría de los libros de Mundodisco llevan escritos más de quince años. También descubrí las novelas juveniles de Jordi Sierra i Fabra, como El joven Lennon, La balada de Siglo XXI, El último verano Miwok, El ciclo de las Tierras". Y al que tuve el placer y el honor de conocer puesto que vino a mi escuela en mi último año.

La biblioteca de mi escuela también fue muy importante. La profe que la llevaba al final me hizo su ayudante. Era un poco vergonzoso porque te arriesgabas a que te llamaran “la enchufada” pero para mi suerte, les daba clase a los más pequeñinos, así que nunca corrí ese riesgo. Me recorrí aquella estanterías durante todos los recreos lluviosos de mis años de escuela. Cuando hacía sol pasaba el tiempo justo para encontrar un buen libro para llevarme a casa, pero cuando llovía, la escuela se convertía en una locura de niños y niñas corriendo y empujándose. El único refugio era la biblioteca y allí iba a leer.

No me acuerdo cómo se llamaba aquella profesora. Sé que después llegó a ser la directora y todo…

Durante esta época, mi madre se hizo amiga de la mujer de un profesor que fue el encargado de traer a escritores a Macondo. Fue el que trajo a Jordi Sierra i Fabra, alentó a los escritores autóctonos, como Chechu García y Pablo Medina y un día me invitó a su casa y allí conocí… el Paraíso… una habitación llena de estanterías, llenas de libros…Al principio me orientaba sobre lo que podía leer. Y luego ya fui por libre. Me dio versiones juveniles de La Odisea y La Ilíada, El vellocino de oro de Robert Graves. Más sobre Jordi Sierra i Fabra. El hobbit, El señor de los anillos, Louis Cooper con la trilogía de El señor del tiempo, la serie interminable de la Dragonlance, La saga de Terramar… y un montón más.. su nombre Severino Antuña, uno de los profesores más odiados primero en la escuela y cuando llegó la ESO, en el instituto… nunca me dio clase …

Mientras mi madre y su mujer hacían cosas de modistas (de aquella mi madre se sacaba un dinerillo con ello y su mujer también) yo me iba a la habitación de los libros… y le escuchaba hablar… es una de esas personas que hasta que no pasa un tiempo, no te enteras de lo que te está contando. No sé si conocéis gente así o es que soy la única que me las voy encontrando…

En segundo de bachiller me dio clase una señora muy mayor que se llama Rosa… fue su último curso y luego se jubiló. Nos mandó hacer un trabajo sobre un libro y yo escogí “La historia interminable”, como también me había leído El hobbit y El señor de los anillos, Severino me propuso hacer un trabajo comparativo… lo hice y me gané el sobresaliente más fácil y placentero de mi vida… y por primera vez me acerqué a los libros de fantasía no sólo como asidua lectora, sino como alguien “que sabía” sobre esta temática… ¡guau!¡Qué pasada!

Esta profe también nos mandó escribir un relato, otro sobresaliente y el punto de partida para mis rollos mentales… algún día lo publicaré en un post… es malisísisimo.

… Y luego llegó mi profe especial de literatura… y la poesía…

Al principio, sólo la leía. Leía a los autores españoles y luego los que me iba asesorando mi profesora de griego por aquel entonces, Asunción Hevia, Suni para todo el mundo. Que fue la que me alentó a escribir poesía. Me daba mucha vergüenza que alguien leyera lo que escribía, pero me decía que sino lo trabajaba nunca mejoraría y eso, con lo exigente que era y que sigue siendo Suni, dice mucho…

Siguió leyendo mis poemas hasta bien entrada la facultad… y aunque hemos perdido aquellos cafés adobados con cientos de cigarrillos, todos los fines de año nos seguimos felicitando en Navidades…

Pero la poesía… la poesía se merece todos los post del mundo…

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En la facultad ya tuve acceso a internet y a San Google, con lo cual pude acceder a un montón de información sobre libros y sobre poesía. También leía cosas de filosofía, no precisamente lo que nos pedían para la carrera, sino que entre mis compañer@s y yo hicimos durante unos cuantos años, un intercambio de libros. Así llegó 1984 de George Orwell, Un mundo feliz de Huxley, las obras de Herman Hesse… comenzamos a leer a los existencialistas… que para algo éramos jóvenes e idealistas…Silvia Plath, Alejandra Pizarnik, Anne Sexton…discurríamos sobre el ser y la nada… las obras de Platón nos dejaban huella y hubo un profesor, que llegaría a ser decano y que murió hace un par de años, Santiago Escudero, que nos enseñó a analizar las películas y las ideas que se plasman en ellas desde un punto de vista filosófico. De hecho, muchas de las ideas que nos explicaba en clase no iban acompañadas del eterno listado de bibliografía que nos daban para ampliar los apuntes; nos daba títulos de películas para ver. Así que la mitad de la teoría sobre Platón la estudiamos alquilando películas para ver cómo se desarrollaba su Teoría de la Imagen. Escudero llegó a decir que si Platón hubiera nacido en el siglo XX, hubiera sido director de cine, concretamente, Stanley Kubrick, y ala todos a alquilar películas y a analizarlas…Así comenzó otra época en la que, si no leía, pillaba películas para ver en casa. La naranja mecánica, El hombre elefante, casi toda la filmografía de Kubrick…. y así seguimos hasta que en cuarto de carrera otro profesor, Jose Luis Cerezo, nos abrió las cabezas al mundo de la ciencia y ala, tod@s a leer a Asimov y a Arthur C. Clarke como loc@s.

Por supuesto, durante todo este tiempo, he leído muchas novelas. Cien años de soledad, novela a la que le he dedicado varios post, es novela obligada de todos los otoños. Isabel Allende, José Saramago, Stephen King…

En poesía, conocí a Yorgos Seferis, a todos los clásicos españoles, a Pablo Neruda…¿A quién no se le ponen los pelos como escarpias a los 20 años con:

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.»
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa

y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

Anne Sexton:

La balada de la masturbadora solitaria

Al final del asunto siempre es la muerte.
Ella es mi taller. Ojo resbaladizo,
fuera de la tribu de mí misma mi aliento
te echa en falta. Espanto
a los que están presentes. Estoy saciada.
De noche, sola, me caso con la cama.

Dedo a dedo, ahora es mía.
No está tan lejos. Es mi encuentro.
La taño como a una campana. Me detengo
en la glorieta donde solías montarla.
Me hiciste tuya sobre el edredón floreado.
De noche, sola, me caso con la cama.

Toma, por ejemplo, esta noche, amor mío,
en la que cada pareja mezcla
con un revolcón conjunto, debajo, arriba,
el abundante par espuma y pluma,
hincándose y empujando, cabeza contra cabeza.
De noche, sola, me caso con la cama.

De esta forma escapo de mi cuerpo,
un milagro molesto, ¿Podría poner
en exibición el mercado de los sueños?
Me despliego. Crucifico.
Mi pequeña ciruela, la llamabas.
De noche, sola, me caso con la cama.

Entonces llegó mi rival de ojos oscuros.
La dama acuática, irguiéndos en la playa,
en la yema de los dedos un piano, vergüenza
en los labios y una voz de flauta.
Entretanto, yo pasé a ser la escoba usada.
De noche, sola, me caso con la cama.

Ella te agarró como una mujer agarra
un vestido de saldo de un estante
y yo me rompí como se rompen las piedras.
Te devuelvo tus libros y tu caña de pescar.
El periódico de hoy dice que os habéis casado.
De noche, sola, me caso con la cama.

Muchachos y muchachas son uno esta noche.
Se desabotonan blusas. Se bajan cremalleras.
Se quitan zapatos. Apagan la luz.
Las criaturas destellantes están llenas de mentiras.
Se comen mutuamente. Están más que saciadas.
De noche, sola, me caso con la cama.

Y miles, miles de palabras que componen frases y éstas historias, y éstas…. un mundo que permite que el que nos toca vivir tenga algún sentido…

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sábado, 17 de marzo de 2012

Entre dos mundos

Es ese instante imposible de fotografiar, de plasmar, de sujetar.

Es ese instante. Después del suspiro. Cuando los cuerpos se relajan y abandonan el mundo que no tiene palabras. Donde los sentidos presiden el tiempo y el espacio.

Es ese instante, en el que las miradas se reencuentran y las bocas corren a buscarse y se besan y entonces, aparecen las palabras.

Es ese instante inaprensible. Donde estamos y dejaremos de estar al segundo siguiente. .

Es ese instante que existe por sí mismo. Que no necesita que se hile en el tiempo y en el espacio cotidiano.

Ese instante en el que nos encontramos entre dos mundos. El nuestro y el otro….

puerta

miércoles, 14 de marzo de 2012

Capítulo 3

ciudad abandonada2

Al llegar, el comedor estaba repleto de gente del poblado y también de fuera. Y siguieron llegando al correrse la voz entre las comunas.

En tres días estuvieron allí los jefes de defensa de cinco comunas.

Tony y Adrian estaban desbordados.

Luna contó lo que sabía en el comedor y muchos hablaron de huir hacia el desierto. Intentaron convencerse los unos a los otros y algunos llegaron a las manos. Tony impuso orden y habló en contra de su costumbre.

- Nadie está obligado a quedarse, quien quiera irse puede hacerlo.

Y varias familias se levantaron para hacer los preparativos.

Los jefes de defensa acordaron volver en cuanto hubieran tomado una decisión en sus respectivos poblados.

Luna se fue a su choza, estaba agotada más que por el viaje, por las discusiones en el comedor. Aún no había saludado a Débora y se la encontró preparando una bolsa de viaje.

- No quiero dejar sola a Aliana con el niño. Los caminos son muy duros.

Luna se sentó en su cama.

- Si os vais, os encontraréis a merced de los zombis en zona descubierta, y esta vez están armados.

- Si vamos al desierto no nos encontrarán. - Las dos sabían que sería muy difícil la vida en el desierto y que muchos morirían.

Luna abrió un pequeño baúl que había debajo de su cama y sacó una foto suya, de hace muchos años, en la cual ya no se reconocía, ni a ella ni a las personas que también estaban. Se la entregó a Débora y ésta comenzó a llorar.

- Ya no me necesitas Luna- Se sonó la nariz.

- Siempre te necesitaré Débora y aquí estaré.

Débora la abrazó, cogió sus cosas y salió sin mirar atrás. Luna la observó mientras se prometía a sí misma que no permitirían que los zombis llegaran al desierto.

A la mañana siguiente pocos estaban en los campos. Tony y Roberto hacían el recuento de los que se habían quedado.

- Somos 123.- El administrador apuntaba cantidades de comida disponibles.

- Luego empezaré por las armas y las municiones. Ya han empezado a fabricar más flechas.

Para cuando llegaran las otras comunidades tenían que tenerlo todo preparado para realizar un cálculo sobre las posibilidades de éxito y de supervivencia, aunque no era necesario, mucha gente, armas y municiones que llegaran, no podrían soportar un ataque de aquel calibre. Roberto intentaba no pensar en ello.

- Podríamos hacer una expedición a la base militar que está a treinta kilómetros de aquí. Es posible que aún queden armas y municiones utilizables.

Tony seguía contando.

- Puede resultar peligroso, los zombis también estarán buscando armas.

- Sólo con arcos y flechas no hacemos nada.

Tony levantó la cabeza y sacó de un pequeño armario un mapa.

- Hay una base militar a unos cincuenta kilómetros de aquí, en el desierto. Es un punto estratégico o hace años lo era.

- No sabíamos nada de eso.

- Lo reservaba para una situación como... ésta.

- Es decir, desesperada. Pues muy bien, iremos.

Luna estudió el mapa. Cualquier cosa que pudiera ayudar se tornaba imprescindible. Su mirada se perdió un segundo. La sensación que durante años había tenido de peligro e inseguridad volvió de repente. Pero se centró de nuevo en el mapa. Necesitaban armas de largo alcance.

Freak llegó corriendo con un montón de papeles amarillos.

- Tengo algo que puede ayudarnos si podemos construirlo.

Las hojas pertenecían a un antiguo libro de historia medieval y en él aparecían las armas que se usaba en aquella época, entre ellas una catapulta.

Luna sonrió y Tony abrió la boca dispuesto a reprobarlo por hacerle perder el tiempo en tonterías, pero Luna se le adelantó.

- Bien Freak, tú y tus compañeros podéis trabajar en eso, pero debéis buscar los materiales por vuestra cuenta y sin interferir en las órdenes que os dé Malik ¿De acuerdo?-

El muchacho asintió y salió corriendo a contárselo a sus compañeros. Tony miró a Luna contrariado.

- Tranquilo, funcionen o no funcionen esas ideas es una manera de mantenerlos entretenidos, si se dan cuenta de lo que nos vienen encima, acabarán yéndose al desierto o pelearán asustados. Además así no estorbarán a los demás y será un buen entrenamiento, por lo que pude ver en el dibujo tendrán que cortar un montón de leña.

Tony asintió con la cabeza.

- Mientras sigan construyendo flechas, me parece bien.

Durante los siguientes días llegaron emisarios de todas las comunas. Aquella se había convertido en el centro de operaciones.

Se propuso hacer la expedición en busca de armas y otra a Ciudad Zinc para ver qué hacían los zombis. Lucas y Marian habían llegado aquel mismo día y se presentaron voluntarios para ir a la ciudad.

Los mejores luchadores de la zona habían ido a la comuna.

Los gemelos Arian y Orion.. Xuga una atraedora de objetos que aprovechaba su talento para luchar.

Ander, del poblado Azul que veía de noche y Jana del poblado Sur, excelente rastreadora.

Arian y Orion se ofrecieron para ir a la base militar, también Xuga y Ander. Dos coches salieron para allá.

Para ir a Ciudad Zinc irían Adrian y Luna, solos. El peligro obligaba a intentar reducir las bajas al mínimo. Adrian y Luna habían estado en muchas ciudades y conocían la manera de pasar inadvertidos. Pero a Anne no le gustó la idea.

- Hay un montón de gente dispuesta a hacer ese trabajo, no vayas.

- Lo sé pero tengo que ir. Esto no es proteger una caravana, está en juego muchas cosas.

Como respuesta le dio la espalda y se dirigió a su choza.

Adrian lo tenía preparado todo y el otro coche ya había salido.

En el bosque que se encontraba a unos trescientos metros, vieron cómo Freak y los chicos más jóvenes derribaban árboles y los acarreaban hasta la comuna.

A diez kilómetros de la ciudad escondieron el coche y siguieron a pie por las antiguas autopistas, llenas de coches parados desde hacía años.

En los suburbios se encontraron con algunos zombis, pero ocurría una cosa curiosa. Veían muy poco pero podía escucharse el griterío de miles de ellos. Sentían gruñidos y les daba la sensación de que no estaban solos, pero en los edificios medio derruidos no había nadie. Luna se agachó y aplicó el oído a una alcantarilla.

- Están ahí abajo.

Adrian resopló.

- Debe ser que aquí no hay suficiente mierda y tienen que buscarla.

- Pues tendremos que bajar.

Se taparon con unas mantas andrajosas y se untaron la cara de barro para pasar inadvertidos.

Luna aspiró aire fresco antes de bajar por la alcantarilla. Se adentraron en la oscuridad, y llegaron al lugar donde se encontraba la auténtica ciudad.

Había miles, miles de zombis hacinados allí abajo. Se pegaban a las paredes, se sentaban en el suelo mojado, y emitían aquellos gruñidos guturales. Preparados para un ataque fortuito, se sorprendieron al ver que no hay peleas ni riñas. Eran cientos, miles allí abajo... y armados hasta los dientes.

Adrian se arrimó a Luna .

-Voy a vomitar, esto está irrespirable.

-Aguanta un poco.- A medida que iban adentrándose por un pasillo escuchaban, de manera más nítida una voz, gutural y horrible y la luz exterior cayó sobre ellos proveniente de una alcantarilla abierta por la que salía en fila india un montón de zombis. Subieron ellos también y aparecieron en una plaza en la cual miles de zombis estaban sentados en el suelo, escuchando aquella voz.ciudad abandonada

-El mundo es nuestro. Haremos desaparecer a los humanos...-

La pareja le escuchaba sentada en el suelo. Junto a Luna un niño de unos diez años se sentaba. Sus dientes eran negros y los mocos se le caían por los dientes. Tenía un montón de calvas en la cabeza. En algún momento de su vida había sido rubio. Permaneció allí sentado, quieto, como si alguien o algo bloqueara su cerebro. Del centro de la plaza surgió una figura que se elevó, levitando, por encima de sus cabezas. La pareja lo miró atónita.

- ¿Puede levitar?

Pero la demostración no había concluido, con un movimiento de manos hizo que las armas de los que estaban más cerca fueran atraídas hacia él.

Parecía comprobar el estado de su truculento ejército, emitiendo sonidos guturales, pero perfectamente entendibles, sobre cómo estaban las armas.

El hombre se posó en el suelo. No parecía zombi, iba bien vestido con un traje de cuero negro, el pelo corto y rubio y sus andares eran normales y acompasados.

Pero la voz tan inhumana que salía de él y aquellos ojos brillantes... se fijaron un segundo en Luna, la cual palideció y tirando del brazo de Adrian se dirigió arrastrándose hacia una de las salidas.

- Vámonos, Adrian, y rápido.

Salieron cuidadosamente de allí y echaron a correr por entre las calles vacías. Al llegar a la autopista de nuevo, hicieron un alto.

-¿Qué ha ocurrido para que saliéramos así?

-A ese tipo lo conozco... bueno sale en mi sueño. Pero no tenía esos ojos, ¡Dios! Es horrible. Es el hombre del que habla la Profecía.

-Pero es imposible. Antes de la llegada a Marte no había zombis y la llegada fue hace cinco años sólo. Ese tipo tenía unos cuantos más.

-Te digo que es él.

-¿Y qué hace en tu sueño?

-Nada, solo pedirme fuego.

Salieron de allí en busca de los coches. Salieron a gran velocidad mientras encendían un cigarro.

De repente una bala atravesó el cristal trasero y cruzó entre ellos pasando también por el delantero. Un coche les perseguía a gran velocidad por la autopista. Luna sacó una ametralladora mientras Adrian seguí concentrado en la carretera para esquivar los coches abandonados. Luna fue a la parte de atrás y soltó una ráfaga que rompió el cristal delantero y acribilló al conductor. Los dos coches iban pegados. Luna dio una patada al cristal y saltó a la capota del otro, se sujetó con una mano, mientras con la otra ya había desenfundado una espada con la que atravesó al copiloto que intentaba controlar el coche. Los zombis que estaban sentados detrás soltaron otra ráfaga de ametralladora, pero Luna ya se había soltado, rodando por la carretera mientras el coche sin control chocó contra una valla publicitaria. Adrian frenó en seco y dando marcha atrás paró justo al lado de Luna, abrió la puerta y sujetándolas por los pantalones tiró de ella hacia dentro. La dejó tumbada a su lado hecha un ovillo.

-¡Luna, Luna! - El hombre la sacudió. Luna intentó abrir los ojos y le miró con ellos entrecerrados.

-Dame un poco de agua, se me ha metido arena en los ojos y no veo nada.

El fortachón le tendió su cantimplora. Al desatar el pañuelo que llevaba siempre al cuello, Luna vio su mano izquierda ensangrentada y llena de pequeños cristales, se limpió los ojos como pudo y con el mismo pañuelo mojado se vendó la mano. Un imponedor de manos se la curaría en condiciones.

-Chica, cada día me sorprendes más. Mira que lanzarte al coche... podrías haberles disparado simplemente ¿No?

-¿Y gastar más munición? Además sabes que no me entiendo con las metralletas. Soy de la antigua escuela.

-Sí- Repuso Adrian- De las que se matan subida al capó de un coche.

Tenía el pelo y la ropa llena de polvo y se sacudió. Luego cogió el resto de cigarro que había dejado encima de la guantera y lo encendió de nuevo.

-Acelera, solo tengo una mano para defendernos de otro ataque.

Dos horas más tarde ya estaban en el poblado. Un imponedor de manos le sacó uno a uno todos los cristales visibles y se la vendó. Luego aplicó sus manos a las vendas.

- Enseguida se te cerrarán las heridas.

Adrian entretanto les estaba contando lo sucedido a los demás en el comedor.

Tony estaba pálido. catapulta

-No podemos enfrentarnos a un tipo que controla zombis y que tiene poderes. Y menos a un demonio.

Nadie era capaz de encontrar una explicación a todo aquello. Al entrar Luna habló.

-Shine tenía razón, mi sueño tiene que ver con todo esto, pero no sé por qué. ¿Aún no ha llegado la expedición del desierto?

-No. – Respondió Tony. – Pero no tardarán mucho.

Al anochecer, Luna se dirigió a la choza de Anne, la marcha de Débora y la llegada de más gente al poblado hizo que la dejara abierta para que la ocupara quien quisiera. Anne aguardaba afilando un cuchillo con una piedra.

Luna se desnudó y se lavó a conciencia. Anne tocó su espalda.

-La tienes llena de arañazos. Espera.

Sacó un bote con una crema y se la untó por los arañazos. Buscó en los brazos y se la untó. Luna se acercó para besarla pero Anne cerró el bote y se tumbó en la cama. Luna se puso una camiseta e hizo lo mismo a su lado. La abrazó.

-Tengo que soñar con ese A- Non para recordar quién es. Ayúdame. -Y Anne posó una mano en sus ojos. Aquella noche soñarían juntas.

Luna se levantó sudorosa y asustada y Anne al contrario, tranquila y serena.

-No sé por qué te angustia tanto ese sueño. Sólo se ve gente y la ciudad, no hay peligro.

-¿No has visto al tipo que me pedía fuego? Ese es A-Non, estoy segura.

Luna se levantó en medio de la oscuridad y miró por la única ventana de la choza. Desde allí divisaba las sombras de los vigilantes que veían de noche. La luna llena proyectaba luz y sombras en todo el poblado.

-Luna, tienes que recordar por qué te asusta tanto ese sueño.- Y se durmió. Luna encendió un cigarro y se quedó allí dejando que el rocío le bajara la fiebre.

Al día siguiente todos se levantaron con el ruido de hachas y de martillos golpeteando. Adrian gruñó desde su choza. Freak y sus compañeros comenzaban a construir la catapulta y empezaban con una plataforma con ruedas.

Luna le dedicó una enorme sonrisa al pelirrojo, al pasar a su lado. Al contrario de Alan que los echó de allí. Estaban muy cerca de la cocina.

-¿Es que queréis llenarme la comida de virutas de madera?

Freak corrió detrás de Luna con unos papeles.

-Verás, esto es lo que queremos hacer. Con la madera que tenemos nos parece que es suficiente. En tres días estará terminada.

Luna prestó atención al papel.

-¿Y ya tenéis los proyectiles? ¿Qué son piedras? Pues tienen que ser grandes.

El rostro de Freak palideció.

- Claro, claro. Los proyectiles.- Frenó en seco y volvió hacia sus compañeros para iniciar una discusión. Ninguno había pensado en cómo iban a conseguir las piedras. Luna siguió su camino hacia la torre de vigilancia, mientras sonreía.

Malik les gritó que necesitaba ayuda con las flechas desde la entrada de la choza y los chicos fueron hacia allí discutiendo y gritando. Luna seguía sonriendo pero se puso seria al momento. En la torre de control no estaban las cosas para humores. La mesa aparecía llena de papeles desparramados.

-Ya está- Tony comprobó los papeles que Roberto le entregó.

En total, contamos con la ayuda de 7 comunas con una media de unas 120 personas por cada una. O sea que somos... 960, frente a unos... 2 millones de zombis, tirando por lo bajo. Tocamos a dos mil ochocientos tres cada uno.

Roberto se limpió el sudor que aún no le había salido en la frente.

-Es una locura. No podemos parar un ataque así.

-Antes eran mucho más y nosotros no estábamos organizados y pudimos con ellos ¿no?

-Sí pero antes no tenían armas ni venían preparados.

Freak entró en la sala.

-Tony tengo que pedirte algo. Necesitaríamos los coches para acarrear las piedras que usaremos como proyectiles para la catapulta...- Pero no tuvo tiempo de acabar.

-Imposible, necesitamos toda la gasolina disponible.

-Pero, pero... – La mirada de Tony le hizo desistir. Luna se lo llevó aparte.

-Van a matar a las vacas para hacer acopio de víveres, pedídselas a Alan, ellas podrán con las piedras.

-Está bien- Y salió como una exhalación.

Cargados con picos y azadas y tirando de las vacas se dirigieron al bosque en busca de rocas grandes. Llevaron unas antiguas redes de pesca para sujetar las piedras a las vacas. Aquella tarde llevaron más de quince.

En la choza Luna se cambió la venda por una nueva y se examinó las heridas casi cerradas. Algún cristal se le había quedado dentro, pero no le dolían. No había visto a Anne en todo el día. Se lo había pasado arreglando el coche de Adrian, que después de la visita a Ciudad Zinc, había quedado un poco maltrecho.

Entró agotada.

-Han dejado las piedras apiladas al lado de la cocina. Habrá que ver si ese trasto que han construido de madera funciona.

domingo, 11 de marzo de 2012

La ciudad de sal. Capítulo 2

Bueno ahí va el 2º capítulo de mi historia. Dudé en colgarla porque nadie me dijo nada del primer capítulo y creo que se debe a que está, entre otras muchas cosas, mal escrito. Pero como este es mi blog y hago lo que me da la gana pues eso¡

Este capítulo se lo dedico a M. LA MUJER EN BARRICADA y a su C. que no lo han pasado nada bien estos últimos días ¡Ánimo! Al releerlo resulta que hay un personaje, secundario que se llama como tú M. jejej.


Capítulo 2 “Cambios”

Salieron en hilera, camino de Ciudad Zinc sin mirar ninguno de los seis para atrás.

Hicieron una breve parada en el poblado del Oeste para contarles lo que sabían y se les unió otro coche en el que viajarían Marian, una especie de amazona, grande y musculosa que guardaba una gran parecido con Xena, la protagonista de una serie de tv, pero que ya nadie recordaba. Y Lucas un calvo malencarado al que llamaban “ El Gato”. Al que llamaban así porque tenía unos ojos increíblemente transparentes y veía de noche.

El poblado del Oeste era más abierto que los demás. Las gentes entraban y salían cuando querían, sólo estaban obligados a portar una bandera identificativa. Era más un lugar para el comercio, un lugar de paso. Marian y Lucas hacía tiempo que planeaban irse a algún lugar que no conocieran y les pareció buena idea ir más allá de Ciudad Zinc. Era un cambio, ellos viajaban protegidos y a su vez reforzaban la seguridad del grupo.

Luna vigilaba el lado derecho del camino, mientras mantenía una distancia prudente con la camioneta para evitar choques por algún frenazo imprevisto. Anne vigilaba el lado contrario y la retaguardia a través del retrovisor.

-No se ve a nadie. Es extrañísimo.

-Y creo que más peligroso que si los viéramos.

Normalmente se veían zombis corriendo como locos por los bosques y prados.

-Pues saldrán de noche, digo yo.

Anne sacó una cantimplora y bebió de ella. Al inclinar la cabeza para atrás para beber, Luna no pudo evitar observarla de reojo, volvía a sentir aquel cosquilleo que sólo notaba cuando estaba con ella. Le ofreció la cantimplora y bebió de ella mientras observaba que una mano haciendo gestos salía de la camioneta, señal para hacer una parada.

Anne, nada más salir del coche se subió con gestos ágiles al techo de la camioneta para observar los alrededores. Adrian habló:

-Haremos un descanso, si ahora no vemos ninguno saldrán de noche.

Freak miró hacia Ann y Luna adivinó que iría a hacerle compañía en la vigilancia.

El sol ya se había escondido pero aún había mucha luz. Todos dormitaban menos Ann e y Freak. Anne le estaba dando unas clases de vigilancia al muchacho.

-Lo primero de todo y más importante: el silencio. Si hablas no puedes escuchar.

Y a la media hora Freak ya se había dormido ante la mirada sonriente de la mujer, apostada a su lado.

De noche cerrada todos se pusieron chaquetas y abrigos y se prepararon para la larga noche. En los coches estaban atentos a cada ruido o sombra que pudieran avistar. La hierba que rodeaba la carretera estaba alta y arrastrándose cualquiera podría acercarse sin ser visto. Luna le dijo a Anne que descansara.

-¿Y si vienen los zombis? No me dejarás durmiendo y te los cargarás a todos.

-No, se los dejaré a Freak a ver qué hace. Si vienen no te preocupes, te enterarás.

Anne se tumbó en la parte de atrás del coche abrazada a una metralleta. Hicieron turnos para vigilar durante la noche pero no pasó nada.

Al día siguiente Luna fue en la camioneta con Cardigan y Fly con Anne.

Luna interrogó a Cardigan, hacía poco había sido padre y le extrañaba que se ofreciera para la misión.

-Me parece que esto es importante- fue su respuesta- Debemos ayudar a las nuevas comunidades. Nosotros nos ayudamos en su momento y gracias a eso ahora puedo ser padre y estar tranquilo.

-¿Pero y si te ocurre algo? Había más voluntarios, podría haber venido cualquier otro con menos responsabilidades.

-Siento que tengo que hacerlo, Luna, a veces uno no sabe por qué hace las cosas, simplemente las hace.

Cardigan cambió de conversación.

-Esto me parece tan extraño. Estamos a 10 kilómetros de Ciudad Zinc hemos pasado pueblos abandonados y no hay nadie absolutamente nadie.

Luna se encogió de hombros, no tenía ni idea de cuál podría ser la causa.

-A lo mejor en las comunas saben algo.

A lo largo de la carretera veían gasolineras viejas, casas medio derrumbadas y de vez en cuando tenían que esquivar algún coche abandonado en medio del camino, más que coches parecían montones de herrumbre apilados.

Llegaron sin ninguna novedad al poblado “azul” como ellos se denominaban. Tenían una gran bandera azul en cada torre. El convoy enarbolaba banderas blancas con una gran cruz roja en el medio. Alguien las había encontrado y les pareció buena idea usarlas como insignias.

Allí se encontraron a gente como ellos, con la distribución y la defensa parecida a las suyas. Estaban mucho más armados, aún no sabían cuántos ataques tenían que soportar. Había dos pueblos abandonados cerca de allí y eso significaba un semillero de zombis.

Realizaron un intercambio de productos y tenían mucho ganado así que discutieron la posibilidad de llevarse alguna vaca y oveja.

Freak consiguió una pieza de cuero entera, un metro y medio cuadrado aproximadamente.

-Haré unos chalecos para Malik y para mí.

Luna después de los saludos indagó sobre el sistema de defensa. Algunos levitadores permanecían mucho tiempo en el aire y fue a hablar con Álex, el jefe de seguridad. Era un hombre alto y fuerte, de bigote fino y pelo castaño.

- Nos instalamos aquí hace medio año, más o menos. Venimos del Sur pero las comunidades allí ya están muy saturadas, así que unos cuantos decidimos ir a buscar más tierra para trabajar. En el sur los ataques de los zombis son muy peligrosos.

-Adrian me contó que se producían muy a menudo y que estaban organizados.- Pero no pudo terminar, Alex se puso en guardia. En la sala había un panel de control y una luz empezó a encenderse y apagarse.

-Algo ocurre en la zona Sur.

Salieron de allí y se dirigieron hacia aquella torre..

Allí una chica observaba a través de unos prismáticos.

- Son cuatro coches y vienen en esta dirección.

Los levitadores se concentraron en aquel punto.

- También vienen a pie.

Varios soldados se apostaron en la valla sur, escondidos detrás de grandes tablones de madera.

Luna preguntó acerca del plan de defensa.

- Pues parapetarnos y defendernos, vendrán armados.

Luna se quedó impresionada, nunca había oído que los zombis supieran usar las armas. Ni siquiera podrían encontrarse la cabeza aunque estuvieran un año buscándosela, o eso había dicho siempre Tony.

Bajó a avisar a los suyos los cuales tomaron posiciones acompañando a alguno de los soldados detrás de las tablas de madera.

Luna advirtió a Freak:

- No te separes de Adrian ¿de acuerdo?- Freak asintió, de todas maneras tampoco tenía pensado hacerlo. Aquella era su oportunidad para demostrarle al fortachón de lo que era capaz de hacer.

Amartillaron sus armas, Luna preparó su arco y las flechas y se colocó al lado de Alex que apuntaba con un rifle de francotirador. Los coches se acercaban a gran velocidad y varios zombis se apostaban entre los escasos árboles que había en el llano.

Alex habló por un walkie.

- ¿Preparados?- Le pidió a Luna que lo sujetara mientras apuntaba con el rifle.

- ¡ahora!- y cuatro disparos que sonaron como uno solo atronaron el espacio.

Los zombis, apostados, empezaron a disparar. Les habían dado a los conductores y los coches iban sin rumbo fijo. Luna se agachó. Buscó una rendija por la cual poder disparar las flechas. Apuntó directamente a la cabeza de un tipo con el pelo largo y la cara medio quemada y desfigurada. Tensó los músculos y el arco. Cogió aire y soltó la flecha que no erró tu tiro. El zombi cayó fulminado. Los coches habían parado casi en seco, escondidos entre la hierba había unas barras de metal con pinchos de alambre que pincharon las ruedas de los vehículos. Todos lanzaban flechas y disparaban, había unos cuarenta zombis, que no se movían de donde estaban y acertarles resultaba complicado. Luna aprovechaba los descuidos que propiciaba el sacar una mano o la cabeza para apuntar. Y los fulminaba. Los pocos que quedaron salieron corriendo y dos coches del poblado salieron en su busca.

Entre las filas humanas no hubo ninguna baja, solo algunos heridos de bala, como Cardigan al que le habían dado en una mano y sangraba copiosamente.

Freak hablaba desenfrenadamente mientras Anne lo miraba, Luna intuía que en breves diría algo que hiciera callarse al pelirrojo.

- Freak cállate ya, me estas dando dolor de cabeza.- Y el muchacho enmudeció.

Luna siguió a Anne hacia el coche. Salieron a recuperar las flechas. Marian se les unió. Las tres empuñaban unos espadines cortos en previsión de que alguno hubiera sobrevivido y pudiera atacarles.

Anne se dirigió a uno y le sujetó por la cabeza.

- Veo una ciudad, creo que Ciudad Zinc. Un tipo, que no parece zombi, está subido a un camión. Está hablando pero no entiendo lo que dice, empieza a repartir armas y los demás lo aclaman.

Siguieron recogiendo flechas, no podían entender aquello pero sabían quiénes podían hacerlo. Mientras sacaban las flechas de los cuerpos inertes, Luna calculaba el tiempo que tardarían en llegar al Oráculo.

Marian y Lucas se quedaron en el poblado y Adrian los abrazó como si los conociera desde siempre y Freak intentó besar a Marian pero con una mirada fulminadora ésta lo convenció para que se abstuviera. Cargaron tres vacas y dos ovejas en la camioneta. Cardigan también se quedaba en el poblado, con la mano herida no podía viajar.

- Vendremos a buscarte después de ver al Oráculo, así que cuídate la mano ¿Vale?

Cardigan asintió.

Tardaron en llegar tres horas. En el trayecto Luna y Anne fueron conversando.

- Esos tipos son alucinantes. Ahora que estábamos más tranquilos van y se organizan.

Luna enarcó las cejas.

-Eso de que se han organizado... yo creo que siguen igual que siempre pero alguien les guía. ¿No te fijaste que aunque iban armados apenas apuntaban con las armas? Disparaban sin cuidado. Me parece que siguen igual pero algo les lleva a comportarse así.

Pasaron un rato en silencio, con sus pensamientos.

Anne volvió a hablar.

- ¿Has visto cómo me mira Freak?

- Lo tienes coladito, creo que mucho más que Adrian.

Luna redujo la marcha ante un bache de la carretera y posó su mano en la palanca de cambios. Anne miraba por la ventana.

- No es Freak quien me interesa.- Y Luna la miró de reojo. Vio cómo una mano se posaba en la suya que aún no se había apartado de la palanca.

Luna la miró asombrada. No esperaba aquello. Hacía tiempo que la conocía y habían pasado muchas horas de vigilancia juntas pero su aire ausente la habían hecho desistir de cualquier intento de acercarse a ella. Y sonrió.

- Creo que a Freak no le va a gustar esto.- Y entrelazó su mano con la de Anne.

.

Al parar el coche ante la puerta del Oráculo, se fundieron en un beso que Freak, al sacar la cabeza de la ventanilla para avisarlos, vio. No dijo nada durante unos segundos y luego se lanzó a contarle a Adrian cómo Malik le había enseñado a usar el cuchillo y se enzarzaron en una discusión acerca de su uso.

El Oráculo se encontraba detrás de una montaña. Lo rodeaban varios bosques y no tenía vigilancia. Sus videntes sabían si se acercaba alguien y tenían medios no físicos para echarlos sin dilación. Ofrecían sus servicios a cambio de productos y semillas a los habitantes de las comunas y por eso permitieron la llegada al convoy.

El vidente más poderoso era Shine, siendo paradójicamente el más joven, tenía 15 años y desde pequeño había demostrado un gran talento para la videncia. Aliar era su tutor, uno hombre de unos 55 años que manejaba su poder de manera muy hábil. Él era su maestro y ejercía de padre.

En aquellos tiempos las relaciones tanto familiares como sentimentales eran muy diferentes a la época anterior. La conversión de los zombis había dejado a muchos huérfanos y viudos. Así que se formaron nuevas familias y tutelajes.

Entraron en el Oráculo que era una comuna como otra cualquiera pero en la cual sólo habitaban videntes. Luna no sabía si contarle a alguien su sueño, el motivo que le había llevado allí no tenía ninguna relación y no tenían tiempo que perder, aún tenían que recoger a Cardigan. Decidió posponerlo.

Dejaron todas las armas en el coche, allí no estaban permitidas ni eran necesarias.

El mismo Shine salió a recibirles. Ninguno lo había visto nunca. Los invitó a entrar en su choza a tomar un café. Freak miraba al suelo con la mirada perdida y Adrian le dio un codazo.

- ¿Qué te pasa? Es la primera vez que vienes y te lo estás perdiendo todo.- Freak hizo un intento por centrarse en lo que ocurría. La que observaba con atención era Anne. Le habían ofrecido muchas veces quedarse allí para desarrollar mejor su talento pero prefería los otros poblados, sin tantas normas y con armas. El aprendizaje era muy rígido por eso procuraban llevar a los más jóvenes pero a los que ya eran adultos les costaba mucho trabajo aprender. Aún así le gustaba ir de vez en cuando y observar cómo los maestros enseñaban pequeños trucos a los niños.coche1

Shine la miró fijamente a los ojos viendo lo que ella había visto. Aliar entró en la choza al tiempo que Shine se asustaba.

- ¡La Profecía está a punto de cumplirse!

Adrian resopló y Fly intentó evitar un gesto de incredulidad, pero no puedo disimularlo. Pero Adrian no pudo contenerse.

- Eso es una estupidez. Es imposible que un zombi deje embarazado nadie. Ni siquiera sabe qué es eso.

Aliar abrazó al chico para tranquilizarlo.

- Si dice que le ha visto es que existe.

- Aún así ese tipo sería un niño de cinco años.

- No Adrian, es un adulto, no preguntes por qué pero es un adulto. Capaz de manejar a los zombis a voluntad usando la telepatía. Les ha enseñado a usar las armas. Ahora ya no salen a los campos, se quedan en las ciudades y esperan.

- ¿A qué? - Preguntó Adrian aún incrédulo.

- A atacarnos. Es la venganza del medio humano. Nació entre humanos pero… dejó de serlo y no lo aceptaron. Ha matado a mucha gente y ahora... no quiere que quede nadie.

- Lo que nos faltaba.- Resopló Adrian.- Un bravucón aburrido.

Luna siguió preguntando

- ¿Y cuanto tiempo falta para ese ataque?

Shine empalideció.

- Una luna más.

- ¡Un mes! Pues tendremos que defendernos.

Shine salió del trance, bebió un poco de agua aún asustado y Luna encendió un cigarrillo.

Fly hizo una pregunta más.

- ¿Cuántos zombis quedan?

- Millones aún. Las ciudades están repletas.

- ¿Y cuántas comunidades hay?

Aliar habló.

- Más de las que creéis. La península está llena. Habrá unas dos mil comunidades.

- Sí- repuso Adrian- Repartidas en más de mil kilómetros cuadrados.

Los aires eran muy pesimistas.

- Ni siquiera entre los poblados que rodean Ciudad Zinc podríamos resistir un ataque de esa única ciudad.

Freak aportó también.

- Pues huiremos.

Luna habló mientras expulsaba el humo de su cigarro.

- No podemos estar huyendo toda la vida. Los poblados se construyeron para poder llevar una vida normal. Si huimos perderemos las cosechas y de todas maneras nos acabarán encontrando.

Adrian habló.

- Deberíamos hacer un encuentro entre todas las comunas y avisar a todas las posibles. Esto se nos queda un poco grande.

Se levantaron y salieron pero Shine le pidió a Luna que se quedara.cachoprao

- No te olvides de tu sueño.

- ¿Mi sueño?- Estaba impresionada.- ¿Sabes qué significa?

Shine negó con la cabeza.

- Pero es importante que lo recuerdes. Recuérdalo siempre.

Aquellas palabras misteriosas dejaron a Luna preocupada, pero ahora tenía cosas mejores en qué pensar, se enfrentaban a algo más peligroso que cuatro zombis locos, iban a enfrentarse a todos.

Luna suspiró en el exterior y hizo el reparto.

- Adrian, tú y Freak acompañaréis a Fly al poblado. Contadles a todos lo que está ocurriendo y que avisen a las otras comunas. Iré con Anne a buscar a Cardigan.

Se pusieron todos en marcha.

En el coche Luna dormitaba en la parte de atrás y Anne conducía. La vigilancia no era necesaria ahora que sabían lo que iba a ocurrir. Anne le preguntó.

- ¿De qué hablaste con Shine cuando salimos?

Luna se sentó a su lado.

- De un sueño. - Y se lo contó. Anne mantenía la mirada fija en la carretera.

- Y te dijo que era importante.-

- Sí, ya sabes. Con ese estilo misterioso y ocultista que tenéis todos los videntes.-

Anne no relajó su mirada al girarla para hablarle.

- Shine es poderoso y si dice que es importante es que tiene que serlo.

- Sí, ya lo sé. Pero no me vale de nada no entender lo que quiere decir el maldito sueño.

Luna siguió dormitando.

Recogieron a Cardigan que ya estaba mucho mejor aunque no podía mover la mano aún. Y narraron lo que Shine les había dicho. Resolvieron mandar misivas a las demás comunas para que organizaran la defensa y que seguirían en contacto.

El coche salió en dirección al poblado del Norte.

PD: Insisto, es un borrador y hay ochenta millones de faltas y erratas…

viernes, 9 de marzo de 2012

La ciudad de sal. Capítulo 1

Éste es el primer capítulo del relato que tiene por título el nombre de este blog... está sin corregir, seguramente habrá que cambiar muchas cosas así que consideradlo un borrador ok???

Capítulo 1 “ El sueño”

Era una ciudad grande, con mucho mar. Las gaviotas se adentraban chillonas varios kilómetros tierra adentro, anunciando la proximidad del mar. El olor a salitre impregnaba las calles, abiertas y luminosas.

Los edificios eran antiguos, con techos muy altos y paredes cuya pintura aparecía desgastada. Hasta la luz se reflejaba de manera diferente, cuando el sol se colocaba sobre el mar. Resplandecía como si miles de soles alumbraran desde el fondo.

No vivía en aquella ciudad, pero acudía siempre que podía sobre todo en verano, cuando los bares cercanos a la playa se llenaban de turistas venidos de muchos lugares diferentes.

Los edificios olían a salitre y también la gente que arrastraba ese olor con ellos. Cuando viajaban al interior, se llevaban el olor con ellos. Sus ropas olían a sal y sus besos sabían a sal.

Pero todo esto desapareció, se desvaneció y en su lugar apareció el techo de una choza, y una mano fría posada en su frente.

- Tranquila, ha sido un sueño.-

La tranquilizadora voz de Débora y su mano invitándola a recostarse de nuevo, la relajaron. La tapó con una manta.

-¿Es el mismo?-

Suspiró como respuesta. Débora aventuró a decir algo que hacía tiempo ya pensaban las dos.

-Lo mejor es que fueras al Oráculo y le preguntaras.-

-¿Y abandonar el poblado?-

-Lo discutiremos mañana con calma, ahora intenta descansar un poco.-

A lo lejos se escuchaban los ladridos de un perro y con ellos, se durmieron.

Al día siguiente Luna se puso una sudadera y se ajustó el cinturón con el cuchillo. Débora la había dejado descansando y el sol ya estaba alto.

Hombres y mujeres se afanaban en los huertos protegidos por vallas de unos cinco metros. Cada veinte, un vigilante se apostaba en una torre, atentos, desde todas las torres al exterior, con unos prismáticos.

Se dirigió a la choza más grande, la cocina y al llegar Alan le entregó una taza con humeante “café” un líquido hecho a base de unas hierbas aromáticas. El auténtico café hacía mucho tiempo que se había terminado. No dijo nada, pero sus ayudantes hacían comentarios jocosos por lo tarde que se había levantado. Al pasar hacia el huerto, Luna les sacó la lengua.

Pero antes de llegar allí, subió a la torre general. Tony, el jefe de los soldados estaba sentado, fumando un cigarro, al verla comentó.

-Hoy está todo tranquilo. No esperamos ninguna partida de alimentos, ni viajeros ni nadie va a salir.-

-Bien.-

Sin decir nada más, Luna salió y se dirigió al huerto, no tenía guardia aquel día y quería echar una mano para recoger la cosecha. El huerto la relajaba. Allí estaba Débora dos hileras más allá, hablando con Aliana, que tenía un bebé sujeto a la espalda. Se fijó en la mirada que le dedicó al niño, hacía tiempo que se había dado cuenta de que Débora necesitaba algo más. Se centró en el sueño, pero solía olvidarse de casi todo al despertar. Sabía que aquellas imágenes respondían a una época pasada, cuando era estudiante y vivía con sus padres. Habían aprendido que los sueños repetitivos eran mensajes, tenían algún significado oculto, pero desentrañar su sentido era una tarea poco menos que imposible. No recordaba el nombre de aquella ciudad, la llamaba “la ciudad de sal”. O podría carecer de significado y ser simplemente añoranza. Añoranza por aquel mundo con problemas que ahora carecían de mayor importancia. De hecho, poco a poco todo el mundo se iba olvidando de aquella época. Solo se utilizaban las armas, gasolina y la poca ropa servible que encontraban. Con los años, todo lo demás se había quedado inutilizado, ordenadores, tiendas, edificios, aparatos eléctricos. Quedaron olvidados por aquellos supervivientes y destrozados por los zombis. La gente había huido de las ciudades y se adentraron en zonas llanas de fácil vigilancia, desiertos o mares, huían de los zombis que aunque salían de las ciudades en gran número, el grosor de aquella violencia se quedó destrozando todo lo posible. Además, más de uno tuvo que enfrentarse a la horrible visión de ver o sufrir cómo sus padres, hermanos o amigos se atacaban sin ningún sentido. Esto provocó que cualquier conexión con la época anterior a la llegada a Marte, fuera mínima en las mentes de los, como se denominaban a sí mismos, humanos.

La comunidad no tenía un nombre específico, era el poblado del Norte, por su posición relativa a otras. Había tres más que también se denominaban por los puntos cardinales donde se encontraban. Entre ellas practicaban pequeños intercambios de productos, armas e información y emprendían juntas pequeñas incursiones en los llanos, buscando munición y todo lo que pudieran aprovechar.

Sonó la sirena que anunciaba la hora de la comida. Poco a poco fueron abandonando los quehaceres y se acercaron a la cocina en busca de su ración. Detrás de ésta había un cobertizo que hacía las veces de comedor y de sala de reuniones para decidir cuestiones acerca del funcionamiento del poblado. El ambiente era tranquilo. Había 4 hileras alargadas y cada uno se sentaba donde quería. Los únicos que no comían eran los vigilantes y Luna que aún seguía en el huerto. No tenía hambre.

De repente, un pitido que provenía de su cinturón hizo que dejara lo que tenía en las manos y se dirigiera a la torre Sur, donde Tony agitaba su mano.

-Se acerca un coche.-

Una casi invisible hilera de humo se levantaba a unos 40 kilómetros. Hacía tiempo que no llovía y aquellas columnas que se formaban por el polvo de la carretera suponían una excelente alarma.

-Viene a gran velocidad y no lleva bandera.-

-Y va por el medio de la carretera como si fuera suya, seguro que es Adrian. Que cuatro soldados vengan conmigo.-

Fue corriendo en busca de su arco y sus flechas y salió del poblado. Allí los hombres ya le esperaban con sus armas.

El coche ya se veía a simple vista, desde la torre otros dos hombres apuntaban fijamente al vehículo.

El coche se paró a unos veinte metros, la puerta del conductor se abrió. Por un segundo todos tensaron sus armas y las bajaron al ver al conductor. Una vozarrona salió de aquel enorme hombre.

-¿Es esta la manera de recibir a un amigo? ¿Cargados de armas?-

La voz pertenecía a Adrian. Todo en él era grande, tenía unos brazos capaces de tumbar a un toro de un golpe, una gran barba y bigote, tapaban su rostro moreno, y un gran culo siempre visible por la parte superior del pantalón de cuero ajustado. Luna recogió su arco a la espalda.

-Vamos Adrian. Entra.-

El enorme hombre celebró con una carcajada la invitación. Volvió a meterse en el coche y al pasar al lado de la chica, le asestó un sonoro cachetazo en las nalgas bajo las protestas de ella y las risas de los soldados.

-¡Qué bruto eres¡

Tony le advirtió desde la torre que colocara una bandera en el coche, cualquier día lo matarían pensando que es un zombi y más con las pintas que llevaba.

Adrian no se molestó en contestar y entró en el comedor saludando ruidosamente a todo el mundo.

Adrian era un viajero. No vivía en ninguna de las comunas pero había contribuido a su formación. Él y Luna habían viajado juntos durante mucho tiempo antes de que hubiera lugares tranquilos. Para ella era como un padre enorme que le había enseñado a usar el arco y a conducir. Aquella visita le devolvió las ganas de comer y acompañó a su amigo en el comedor. Él viajaba de aquí para allá. Nunca se quedaba más de un mes en el mismo sitio y traía montones de noticias a aquel poblado que de un tiempo para acá solo entendían por cambios los ataques de los zombis.

-Más allá de Ciudad Zinc hay más comunas. Unas cuatro, aunque no estoy seguro. Tienen ganado y huertos como vosotros. Son gente amable y casi no tienen problemas con los zombis, parece que se han escondido en las ciudades y no quieren salir.-

-Hace tiempo que no hay ataques, aquí tampoco.-

Luna saboreaba un estofado de verduras, mientras también le contaba lo que había ocurrido en su ausencia ,aunque más bien hablaba él.

Los más cercanos escuchaban atentamente para luego contárselo a los demás. Adrian empezó a describir las cosas y materiales que había en las comunas. Roberto, uno de los administradores, comenzó a apuntar todo lo que decía Adrian, para ver qué podían intercambiar.

-El poblado más cercano está a unos treinta kilómetros al norte de Ciudad Zinc. -

En un viejo mapa de carreteras señaló el emplazamiento y el modo en que había llegado desde allí.

-El viaje no dura más de doce horas. -

En la sobremesa, el “café” y el tabaco, fabricado éste último de manera artesanal también, ocupaban las mesas, en su mayoría soldados y los administradores, los demás aprovechaban para irse a sus chozas para descansar, pronto volverían al huerto.

Al día siguiente celebrarían una reunión para votar si iban a visitar alguna de las nuevas comunidades o no.

Al anochecer, el interior de las chozas brillaba a la luz de las velas y de las chimeneas. Había luna llena. En la torre de mando, había un montón de tazas de café mientras escuchaban todo lo que Adrian había visto.

-Los zombis están cambiando. Hay menos ataques pero cuando se producen son masivos y los jefes incluso llegan a aventurar que están organizados por el modo de los ataques.

-¿Organizados?- Tony parecía un poco escéptico.- No encontrarían sus cabezas aunque estuvieran un día entero buscándosela, cómo se iban a organizar para un ataque.

-Pues algo ocurre, porque los campos están vacíos.

Luna sorbió de su taza.

-La verdad es que hace mucho tiempo que no atacan, ni siquiera a las caravanas.

Se hizo un silencio, nadie conseguí entender lo que ocurría. Débora y Aliana estaban en la sala. Aliana dormía al bebé. No le gustaba participar en aquellas conversaciones de soldados. Desde que había tenido al Luis se había alejado bastante de la lucha y de los combates. Hubo un tiempo en el que todo el mundo tuvo que luchar para sobrevivir pero si se producían ataques masivos tendrían que volver todos a las armas y aquello no le gustaba. Pero aportó una idea.

-Tienen que tener un guía o un líder.

-¿Alguien lo suficientemente fuerte para doblegarlos y que obedezcan sus órdenes?- Ahora era Adrian el escéptico.

Y Débora dijo lo que estaba en la mente de todos pero ninguno se atrevía a mencionar.

-Puede ser la Profecía.

Adrian bufó

-¡La profecía! ¡Un cuento para bobos!. No es tiempo de profecías ni de que el Oráculo se dedique a los cuentos chinos.

La historia de la profecía era más un mito, un rumor que se extendía por las comunas. Cuenta que entre los zombis nacería una especia de Príncipe Oscuro o algo así, mitad zombi, mitad humano capaz de doblegar a toda la Tierra, y que traería la desgracia, para los ya más que atribulados humanos. Hacía un par de años que se hablaba de esa historia pero los zombis no daban señales de cambiar su forma de existencia.

La cuestión no quedó aclarada y se fueron a descansar, cada uno con sus pensamientos.

Débora y Luna se dirigieron juntas a su choza mientras aún escuchaban la vozarrona de Adrian protestando por irse tan pronto a dormir y la risa de Freak que lo tenía por un auténtico héroe.

Lo último que escucharon fue una de las famosas frases lapidarias de Adrian:

-Muchacho, nunca te harás hombre hasta que no pases una noche en una ciudad, rodeado de zombis…

Le auguraron a Freak una noche de historias y aventuras, en su mayor parte exageradas para impresionarle.

Luna se rió.

-Algún día le contaré a Freak cómo pasó Adrian una noche en Ciudad Zinc, sin parar de sudar, saltando al menor ruido…

Las dos sonrieron.

Débora tenía la mente en otros asuntos ajenos a los zombis.

-Me gustaría tener un niño, a Aliana se le ve muy feliz y el niño es un encanto.

Luna sonrió.

-Sólo necesitas a un padre y a mí me encantaría tener un sobrinito. Pero no sé si es tiempo de tener niños. Si es cierto lo de la Profecía se avecinan tiempos difíciles… sobre todo para un niño.

Le cogió de la mano. Desde que había llegado a la comuna le había acogido en su choza, y había hecho de madre y amiga desde el principio. Ella le había inculcado el amor por el trabajo a la tierra y le enseñó a pensar en algo más que en muerte y en desolación. Le apretó la mano.

-Pero primero preocúpate de conseguir un padre.

Débora sonrió de nuevo. Hacía mucho tiempo que sabía quién podría ser el elegido para esa tarea.

Al día siguiente, al caer la tarde, celebraron un consejo con todos los habitantes de la comuna. Trataron cuestiones acerca del funcionamiento y la producción del huerto, su fuente de sustento más importante, de los ataques, mínimos por otra parte y al final Adrian habló de sus viajes, y de la posibilidad de visitar las nuevas comunas.

Luna estaba intranquila. Con el tiempo, los habitantes habían intentado reducir las salidas del poblado al intercambio de productos. No se preocupaban si se creaban nuevas comunas y el instinto de luchadora de Luna le indicaba que la comunicación entre las poblaciones aún en tiempos tranquilos, resultaba indispensable. Adrian no podía aguantar aquella vida de vigilancias y de cuidar el huerto y ella se había debatido durante mucho tiempo entre la necesidad de sentirse apegada a un lugar y a una seguridad y su vocación de luchadora nata, que le mandaba que se lanzara de nuevo a los caminos, a las noches de insomnio continuo, a la velocidad de la huida y a la lucha sin cuartel.

Sabía que aquel viaje podría resultar peligroso, pero también sabía que sus compañeros tenían una vida y sobre todo una familia a la que cuidar.

Muchos expusieron su punto de vista contrario a aquella exploración. Los argumentos eran que sus necesidades básicas estaban cubiertas y veían imprudente ponerse en peligro por el mero hecho de saber qué se estaba haciendo más allá de Ciudad Zinc, por muchos productos que pudieran intercambiar.

Freak se mostraba ansioso. Él sí quería ir, quería ver y quería luchar. Su juventud ya no recordaba las penurias y todas las matanzas que había vivido siendo niño, y menos su vida antes de la llegada a Marte.

El tiempo no pasaba de igual manera después de la llegada a Marte. El hecho de vivir al día, la posibilidad de morir en cualquier momento, creaba un olvido constante. En menos de una semana podrían ocurrir miles de cosas, como podía no suceder ninguna. Como Freak, todo el mundo había pasado por situaciones límite pero ya nadie las recordaba, solo sentían que tenían que proteger lo que en ese momento poseían, o como Luna, en volver a situaciones límites sin ser muy conscientes del peligro.

Tony se mostraba distante y silencioso. Tenía un carácter muy reservado y nunca solía participar en las decisiones, las acataba simplemente. Luna alguna vez se lo había reprochado. Él era el jefe de los soldados y ante ciertas situaciones de carácter defensivo tampoco hablaba. Tony no era un guerrero, era telépata y un gran estratega. En el turno de vigilancias se conectaba psíquicamente con los vigilantes de las torres. Veía lo que ellos veían. Aprendió a controlar su poder. Le costaba mucho, paradójicamente, relacionarse y comunicarse con los demás. Sus poderes le habían acostumbrado a simplemente escuchar y ahora que podía controlarlo y sólo se introducía en la mente de otros cuando era estrictamente necesario había perdido la capacidad para expresarse él mismo.

Pensaba en aquellos años antes de la llegada a Marte cuando no leía mentes. Había sido sacerdote y aquel día le había parecido la llegada del Apocalipsis.

Los días siguientes a aquella fatídica noche sufrió un shok nervioso. Vio cómo moría mucha gente y fue atacado también. Cerró su iglesia a cal y canto, preguntándoles a las estatuas de los santos y al Cristo Crucificado el porqué de todo aquello. Y así se lo encontró Adrian varias semanas después, desaliñado y hambriento. Cuando salió de la iglesia podría leer las mentes. Siempre pensó que había perdido demasiado en el cambio.

Nunca habló de su pasado, ni siquiera con Adrian que era el único que lo conocía. Acabó matando zombis para sobrevivir y se convirtió en un buen luchador por méritos propios.

Hicieron un descanso para cenar. Todas las conversaciones giraban el torno al mismo tema. Débora se sentó con Adrian con la intención de quedar luego para hablar de un asunto que no tenía nada que ver con todo lo que se había discutido, pero decidió posponerlo. Adrian estaba enzarzado en una de sus truculentas historias. Freak y unos cuantos chicos comían con él. Lo escuchaban con atención y se reían al unísono con aquellas descripciones tan demoledoras.

-En una de las comunas hay una chica con las tetas tan grandes que no puede tensar el arco, no le queda espacio entre las tetas y el brazo para estirar la cuerda.

Débora sonreía, estaba acostumbrada a oírle decir sandeces a una velocidad de vértigo. Adrian rodeó su cintura con aquel enorme brazo sin dejar de decir tonterías. De vez en cuando la miraba y le sonreía.

Luna observaba la escena sentada en otra mesa, mientras Alan devoraba a su lado la comida que él mismo había cocinado.

Al terminar, siguieron la discusión y se resolvió hacer una votación en la que se aprobó por mayoría emprender una expedición más allá de ciudad Zinc. Se pidieron voluntarios que se presentarían al día siguiente a Tony.

En la noche aún seguían las discusiones. Luna se puso contenta, por supuesto ella sería una de las voluntarias, siempre se prestaba a ello. Supuso que Freak enarbolaría su derecho a ir, tenía 17 años y Malik, su padre adoptivo no podría oponerse a ello.

Los preparativos duraron unos días. Debido sobre todo a la puesta a punto de los coches y de la camioneta donde llevarían raíces y plantas. Tenían que estar en condiciones, si los vehículos fallaban cerca de Ciudad Zinc estarían perdidos.

El convoy estaba formado por el coche de Adrian con el que viajaría Freak, por supuesto, abriendo camino. Luego la camioneta conducida por Cardigan, experto piloto que atraía cosas con las manos. Le acompañaría Fly un levitador capaz de elevarse a 30 metros de suelo. Y en otro coche Luna y Anne, una vidente. Ellas cerrarçian el cortejo de vehículos vigilando la retaguardia.

Las despedidas fueron breves, convinieron en no tardar más de una semana. Cargaron la camioneta y los coches iban llenos de flechas, armas de largo y corto alcance y unos pocos alimentos secos.

Débora obligó a Luna a prometerle que cuidaría de Adrian.

-Pero si es él quien cuida de nosotros.

-Pues esta vez, será tú quien lo haga.- No había hablado con él todavía pero no quería que pensara en cosas que lo distrajeran, a la vuelta tendrían tiempo para hablar.

Luna la abrazó y la besó, saludó de lejos a Alan que levantó desde la cocina la paleta y se metió en el coche.

Cuando encendió el motor, un suave cosquilleo la recorrió. Era la mezcla de sensaciones que siempre tenía cuando hacían una salida: miedo, desasosiego y una increíble ansia de aventura. Anne y ella se miraron en un gesto cómplice y soltó el freno.