viernes, 17 de marzo de 2017

Texto ganador del Segundo Certamen de Relatos Mujer siglo XX. Es de Fatima Garcia... gracies por compartirlo!!! (Espero que lo disfruteis como lo he hecho yo)

Nací con la garganta llena de arena, era incómodo sentir esas piedras diminutas que me arañaban al llorar, tosía y carraspeaba de manera instintiva para ver si se esfumaban pero no lo conseguí hasta mucho tiempo después cuando el tiempo y mis propias lágrimas consiguieron limpiarme por dentro.
Al crecer y bucearme descubrí que esas piedras eran las lágrimas derramas de mi madre durante el embarazo…y las de mi abuela, mi bisabuela, mi tatarabuela… el agua de mis mujeres se acumuló en mí y me rasgó, era la primera señal de sometimiento y asfixia.
Me reñían de un modo muy suave cuando buscaba mi propio placer como se les riñe a las niñas buenas, como si fuera un poco tonta e incapaz de entender las normas, así que me escondí y lo busqué en sueños tratando de recordar ejemplos de fuerza femenina para agarrarme cuando me perdía, pero mirase donde mirase solo encontraba sometimiento, mi abuela esperando a mi abuelo sentada en su sillón con el rosario entre las manos, mi madre mirando al suelo con sus redondos ojos negros, pequeñísima delante del hombre que la hizo creer que sin su amor era menos que la nada. 
Mujeres en la tele, disfrazadas de regalo para entretener a los hombres, mujeres devotas, madres con sueños rotos, mujeres tentáculo que llegaban a todo agotadas, mujeres cañón que explotaban de tristeza, mujeres vendidas al amor, al comieron perdices envenenadas, mujeres de verdad que no podían serlo, mujeres enormemente válidas que vivían al revés, mirándose de reojo por dentro sin salir al mundo. En ese entorno aprendí, copié y me mutilé, así la magia solo pudo hacerme a medias.
Una niña atragantada, una mujer rota que buscaba su alma en los ojos de los demás, una niña nunca suficiente, que reía tapándose la boca, que buscaba amor a través de historias tristes, una niña que solo escuchaba ruido y no encontraba paz.
Me atormenta la cantidad de mujeres que conozco criadas, como yo, a medias por culpa de esta sociedad hipócrita que nos mutila y nos silencia, me recuerdo buscándome en otros y me enfada tanta pérdida.
Recuerdo perfectamente mi punto de inflexión, Jimena y sus 42 pecas. Yo ya no era la niña, era la madre y nuevamente me sentí sola, asustada, inválida, perdida, desesperada, incompleta, absurda, pecadora y sucia, sumisa. 
Busqué, repitiendo mi guión de vida, otras vidas e imágenes de mí en los ojos de otros que me miraban, siempre, sin verme y en ese bucle de autodestrucción, cuando caía irremediablemente al vacío, alguien me agarró de la mano y me sacudió.
 Me rebeló secretos y me prometió que la culpa no existía, le conté mentiras y las convirtió en broma, me miró y me vio, en sus ojos el reflejo de mi cara me pareció precioso. Diseñamos un plan en donde yo era la protagonista principal, escribí un cuento donde no había princesas, me inventé mujeres valientes, les puse alas y les sequé las lágrimas a mis compañeras, me empeñe en transmitirle a Jimena su valor, como mujer, como persona, como niña que se ríe con la boca llena. Me reinventé para crear a una mujer a la que mi niña se pueda agarrar cuando esté perdida, mis ojos la miran siempre, en todo su valor, para que sus alas crezcan y no se quemen con el sol. 
Ahora soy madre también de Nuno, le debo una educación responsable para que se convierta, en un hombre fuerte con el alma blandita, que sepa abrazar, besar, mirar, respetar, bailar, llorar y cuidar y quererse, siempre…mucho.
Por eso en mi casa cuando entra la oscuridad la pinto de colores, por eso me esfuerzo tanto en quererme, porque sé que ellos me observan y no permiten grietas por donde se escape la autocompasión, la educación irresponsable, los actos monótonos y repetitivos de la vida gris. Cuidado! Ahora me cuido, me quiero, me respeto por ellos y por mí, por la mujer que nunca fui y por la niña que aprendió a odiarse, por mi madre que aún sin darse cuenta agacha la cabeza cuando está asustada, por mi abuela que reía bajito, por todas que necesitamos la fuerza conjunta de las mujeres bruja y los hombres buenos para crecer, romper y volar, porque no necesitamos más sometimiento ni más muertes, ni más putas ni más princesas, ni rosa y azul, ni madres “llegoatodo”, ni tener un florero como cuerpo, ni más santas, necesitamos esencia para vivir y ser sin mascara. 
Soy muy consciente del poder en mis manos, entregar al mundo dos seres que formen parte de un nuevo cambio donde no exista el otro sino el compañero, la amiga, el alma. Construir para ser, sanar para curar, mirar para vernos. Todos y todas, desde la misma perspectiva.

Fátima