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Un día tarde, pero la poesía no entiende de momentos concretos. De repente te asalta en medio de la calle. En la calada de un cigarro o en medio de una conversación intranscendente. Cuando la llamas no acude, y es entonces cuando recurro a los libros de mis estanterías y busco los versos que necesito leer y sentir…
Dato biográfico -Ángel González-.
Cuando estoy en Madrid
las cucarachas de mi casa protestan porque leo por las noches.
La luz no las anima a salir de sus escondrijos,
y pierden de ese modo la oportunidad de pasearse por mi dormitorio,
lugar hacia el que
—por oscuras razones—,
se sienten irresistiblemente atraídas.
Ahora hablan de presentar un escrito de queja al presidente de la república,
y yo me pregunto:
¿en qué país se creerán que viven?;
estas cucarachas no leen los periódicos.
Lo que a ellas les gusta que yo me emborrache
y baile tangos hasta la madrugada,
para así practicar sin riesgo alguno
su merodeo incesante y sin sentido, a ciegas
por las anchas baldosas de mi alcoba.
A veces las complazco,
no porque tenga en cuenta sus deseos,
sino porque me siento irresistiblemente atraído,
por oscuras razones,
hacia ciertos lugares muy mal iluminados
en los que me demoro sin plan preconcebido
hasta que el sol naciente anuncia un nuevo día.
Ya de regreso en casa,
cuando me cruzo por el pasillo con sus pequeños cuerpos que se evaden
con torpeza y con miedo
hacia las grietas sombrías donde moran,
les deseo buenas noches a destiempo
—pero de corazón, sinceramente—,
reconociendo en mí su incertidumbre,
su inoportunidad,
su fotofobia,
y otras muchas tendencias y actitudes
que —lamento decirlo—
hablan poco a favor de esos ortópteros.
(este no lleva título… Homoerótica… puede ser….) la verdad es que no se me ocurre ningún título…
Para empezar estudiaré tu mano.
Su quehacer, su sentido, su estrechura
Y contaré sus dedos a media que
Se vayan entrelazando con los míos.
Sentiré tu palma sin tener que aplaudirte.
Y cuando ya conozca todas las partículas
que componen tus manos
seguiré por la autopista
de tu columna vertebral.
Contaré todas sus vértebras.
Una a una
Para comprobar que no falta ninguna.
(cosa extraña puesto que cuando
me amas, tu voluptuosidad se vuelve sinuosa
como si tu columna fuera una serpiente.
Una cruel y a la vez tierna serpiente. Y las
Leyes de la física no existieran en nuestra cama)
Para surcar sus huecos y ángulos
Humedecerlos, cantarle una canción a sus
Adentros…
Alzar la voz desde tu interior.
Gritar tu grito.
Gritar tu jadeo.
Afinar tus cuerdas vocales al tacto
Y a mi contacto…
Oler tu olor
Aspirarte suavemente
Para que oxigene mis pulmones…
Y cuando por fin de mis manos salga una tesis
Sobre tu cuerpo. El mejor tema que se me ocurre
Para realizar un meticuloso, estricto y concretísimo
Trabajo sobre tus partes y bibliografías… me sentaré, a modo
De epílogo y conclusión en la cama, a tu lado. Y te observaré
Mientras duermes, para que me hables sin las palabras
de este mundo, que no sirven para nada cuando
el mundo es nuestra alcoba y tu sueño… cuando tú duermes para mí
y solo existe tu respiración acompasada con los latidos de mi corazón.
Aire de tu aire que me das para seguir respirando.
(Escrito por la que suscribe durante mi época universitaria)
Cuando era pequeña, mi madre nos daba a mi hermana el famoso “paguitu” los domingos, para gastárnoslo después de ir a misa. Nos daba cien pesetas a la semana hasta que cumplimos los doce años y luego siguió dándonos doscientas hasta que cumplimos los quince cuando las condiciones mejoraron hasta las mil pesetas a la semana.
Con aquellas cien pesetas hacía milagros. Mi hermana se lo gastaba en chucherías y guardaba una parte en una hucha… pero no me acuerdo para qué era. Yo me gastaba cincuenta pesetas en un tebeo. Era todo un ritual. Iba a la tienda, y mientras mi hermana contaba las gominolas, yo le daba vueltas a la estantería giratoria de los tebeos. A veces era Zipi y Zape, otras Mortadelo y Filemón… algunas cómics americanos… y las otras cincuenta pesetas también las guardaba para comprarme lo que llamábamos “libros de verdad” que costaban un poco más que los tebeos. Estos libros los compraba bajo la supervisión de mi madre para que no comprara libros de adulto, porque según decía ella “te pueden aburrir”. Esta censura duró hasta los doce años, a partir de ése momento, ya no volvieron a controlar lo que leía.
Y un día, llegó. Llamó a la puerta, era una señora. Le dio la mano a mi madre y nos la dio: ¡¡la revista del Círculo de Lectores!. No pretendo hacerle propaganda, pero cuando tienes doce años y te encanta leer, que aparezca una revista así era la caña. Sobre todo cuando vives en un sitio tan pequeño como Macondo, hace más de quince años y no llegaban aquellos libros al quiosco de Mari, el único comercio de todo Macondo al que podía ir sin pedirle permiso a mi madre. Y no es que Mari no fuera maja, que lo era y mucho, pero sólo pedía libros que se vendían, es decir las colecciones de Arlequín y Jazmín (¡Qué míticos!), los tebeos, y algunos perdidos que compraba de oferta y ésos eran lo que yo compraba.
Le lloré a mi madre por la revista. Y llegamos a un acuerdo. Podía pedir libros que no costaran más de mil quinientas pesetas y si quería alguno que costara más, pondría yo la diferencia . Mi madre no era tacaña porque sí, en aquella época no es que nuestra situación económica fuera muy buena, así que había que ajustar gastos. Y así llegaron a mi casa libros como “La historia interminable”, que leí y releí como cincuenta millones de veces. ¿Os acordáis de Rebeldes de Susan Hinton?. Krabat y el molino del diablo. Mort de Terry Pratchett, la autora de Mundodisco que ahora está tan de moda y resulta que la mayoría de los libros de Mundodisco llevan escritos más de quince años. También descubrí las novelas juveniles de Jordi Sierra i Fabra, como El joven Lennon, La balada de Siglo XXI, El último verano Miwok, El ciclo de las Tierras". Y al que tuve el placer y el honor de conocer puesto que vino a mi escuela en mi último año.
La biblioteca de mi escuela también fue muy importante. La profe que la llevaba al final me hizo su ayudante. Era un poco vergonzoso porque te arriesgabas a que te llamaran “la enchufada” pero para mi suerte, les daba clase a los más pequeñinos, así que nunca corrí ese riesgo. Me recorrí aquella estanterías durante todos los recreos lluviosos de mis años de escuela. Cuando hacía sol pasaba el tiempo justo para encontrar un buen libro para llevarme a casa, pero cuando llovía, la escuela se convertía en una locura de niños y niñas corriendo y empujándose. El único refugio era la biblioteca y allí iba a leer.
No me acuerdo cómo se llamaba aquella profesora. Sé que después llegó a ser la directora y todo…
Durante esta época, mi madre se hizo amiga de la mujer de un profesor que fue el encargado de traer a escritores a Macondo. Fue el que trajo a Jordi Sierra i Fabra, alentó a los escritores autóctonos, como Chechu García y Pablo Medina y un día me invitó a su casa y allí conocí… el Paraíso… una habitación llena de estanterías, llenas de libros…Al principio me orientaba sobre lo que podía leer. Y luego ya fui por libre. Me dio versiones juveniles de La Odisea y La Ilíada, El vellocino de oro de Robert Graves. Más sobre Jordi Sierra i Fabra. El hobbit, El señor de los anillos, Louis Cooper con la trilogía de El señor del tiempo, la serie interminable de la Dragonlance, La saga de Terramar… y un montón más.. su nombre Severino Antuña, uno de los profesores más odiados primero en la escuela y cuando llegó la ESO, en el instituto… nunca me dio clase …
Mientras mi madre y su mujer hacían cosas de modistas (de aquella mi madre se sacaba un dinerillo con ello y su mujer también) yo me iba a la habitación de los libros… y le escuchaba hablar… es una de esas personas que hasta que no pasa un tiempo, no te enteras de lo que te está contando. No sé si conocéis gente así o es que soy la única que me las voy encontrando…
En segundo de bachiller me dio clase una señora muy mayor que se llama Rosa… fue su último curso y luego se jubiló. Nos mandó hacer un trabajo sobre un libro y yo escogí “La historia interminable”, como también me había leído El hobbit y El señor de los anillos, Severino me propuso hacer un trabajo comparativo… lo hice y me gané el sobresaliente más fácil y placentero de mi vida… y por primera vez me acerqué a los libros de fantasía no sólo como asidua lectora, sino como alguien “que sabía” sobre esta temática… ¡guau!¡Qué pasada!
Esta profe también nos mandó escribir un relato, otro sobresaliente y el punto de partida para mis rollos mentales… algún día lo publicaré en un post… es malisísisimo.
… Y luego llegó mi profe especial de literatura… y la poesía…
Al principio, sólo la leía. Leía a los autores españoles y luego los que me iba asesorando mi profesora de griego por aquel entonces, Asunción Hevia, Suni para todo el mundo. Que fue la que me alentó a escribir poesía. Me daba mucha vergüenza que alguien leyera lo que escribía, pero me decía que sino lo trabajaba nunca mejoraría y eso, con lo exigente que era y que sigue siendo Suni, dice mucho…
Siguió leyendo mis poemas hasta bien entrada la facultad… y aunque hemos perdido aquellos cafés adobados con cientos de cigarrillos, todos los fines de año nos seguimos felicitando en Navidades…
Pero la poesía… la poesía se merece todos los post del mundo…
En la facultad ya tuve acceso a internet y a San Google, con lo cual pude acceder a un montón de información sobre libros y sobre poesía. También leía cosas de filosofía, no precisamente lo que nos pedían para la carrera, sino que entre mis compañer@s y yo hicimos durante unos cuantos años, un intercambio de libros. Así llegó 1984 de George Orwell, Un mundo feliz de Huxley, las obras de Herman Hesse… comenzamos a leer a los existencialistas… que para algo éramos jóvenes e idealistas…Silvia Plath, Alejandra Pizarnik, Anne Sexton…discurríamos sobre el ser y la nada… las obras de Platón nos dejaban huella y hubo un profesor, que llegaría a ser decano y que murió hace un par de años, Santiago Escudero, que nos enseñó a analizar las películas y las ideas que se plasman en ellas desde un punto de vista filosófico. De hecho, muchas de las ideas que nos explicaba en clase no iban acompañadas del eterno listado de bibliografía que nos daban para ampliar los apuntes; nos daba títulos de películas para ver. Así que la mitad de la teoría sobre Platón la estudiamos alquilando películas para ver cómo se desarrollaba su Teoría de la Imagen. Escudero llegó a decir que si Platón hubiera nacido en el siglo XX, hubiera sido director de cine, concretamente, Stanley Kubrick, y ala todos a alquilar películas y a analizarlas…Así comenzó otra época en la que, si no leía, pillaba películas para ver en casa. La naranja mecánica, El hombre elefante, casi toda la filmografía de Kubrick…. y así seguimos hasta que en cuarto de carrera otro profesor, Jose Luis Cerezo, nos abrió las cabezas al mundo de la ciencia y ala, tod@s a leer a Asimov y a Arthur C. Clarke como loc@s.
Por supuesto, durante todo este tiempo, he leído muchas novelas. Cien años de soledad, novela a la que le he dedicado varios post, es novela obligada de todos los otoños. Isabel Allende, José Saramago, Stephen King…
En poesía, conocí a Yorgos Seferis, a todos los clásicos españoles, a Pablo Neruda…¿A quién no se le ponen los pelos como escarpias a los 20 años con:
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.»
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
Anne Sexton:
La balada de la masturbadora solitaria
Al final del asunto siempre es la muerte.
Ella es mi taller. Ojo resbaladizo,
fuera de la tribu de mí misma mi aliento
te echa en falta. Espanto
a los que están presentes. Estoy saciada.
De noche, sola, me caso con la cama.
Dedo a dedo, ahora es mía.
No está tan lejos. Es mi encuentro.
La taño como a una campana. Me detengo
en la glorieta donde solías montarla.
Me hiciste tuya sobre el edredón floreado.
De noche, sola, me caso con la cama.
Toma, por ejemplo, esta noche, amor mío,
en la que cada pareja mezcla
con un revolcón conjunto, debajo, arriba,
el abundante par espuma y pluma,
hincándose y empujando, cabeza contra cabeza.
De noche, sola, me caso con la cama.
De esta forma escapo de mi cuerpo,
un milagro molesto, ¿Podría poner
en exibición el mercado de los sueños?
Me despliego. Crucifico.
Mi pequeña ciruela, la llamabas.
De noche, sola, me caso con la cama.
Entonces llegó mi rival de ojos oscuros.
La dama acuática, irguiéndos en la playa,
en la yema de los dedos un piano, vergüenza
en los labios y una voz de flauta.
Entretanto, yo pasé a ser la escoba usada.
De noche, sola, me caso con la cama.
Ella te agarró como una mujer agarra
un vestido de saldo de un estante
y yo me rompí como se rompen las piedras.
Te devuelvo tus libros y tu caña de pescar.
El periódico de hoy dice que os habéis casado.
De noche, sola, me caso con la cama.
Muchachos y muchachas son uno esta noche.
Se desabotonan blusas. Se bajan cremalleras.
Se quitan zapatos. Apagan la luz.
Las criaturas destellantes están llenas de mentiras.
Se comen mutuamente. Están más que saciadas.
De noche, sola, me caso con la cama.
Y miles, miles de palabras que componen frases y éstas historias, y éstas…. un mundo que permite que el que nos toca vivir tenga algún sentido…
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