domingo, 25 de marzo de 2012

Capítulo 4 “La espera”

 

La expedición al desierto no acababa de volver y los soldados se mostraban muy tensos. Sin armas estaban perdidos, no serían capaces de rebatir ningún ataque.

En otras zonas también se habían organizado, la voz de alarma había llegado a todo el continente y, de manera misteriosa, había incluso atravesado el océano

El huerto comenzaba a lucir un aspecto desaliñado. Sin gente para cuidarlo, habían optado por mantener la parte que estaba a punto de dar fruto y abandonar el resto. Ya no tenían más hierro fundible para fabricar flechas. Las pocas armas que tenían brillaban, relucientes para evitar que se encasquillaran. Y las municiones contadas y recontadas. Empezó a correr el rumor de que la expedición no volvería. Que habrían sido atacados por algún grupo zombi. Tony y Roberto, pero sobre todo Roberto, estaban muy nerviosos.

-Si no vienen no podremos mandar más coches, no podemos derrochar la poca gasolina y los pocos vehículos que quedan.

-Tienen que volver. Los gemelos siempre lo hacen.

-Ya pero no cuando están muertos, si se han encontrado con una emboscada no habrán podido con ellos.

La espera era horrible. Los únicos que estaban entretenidos eran Freak y sus amigos, los cuales llamaron a Luna cuando terminaron la catapulta.

-¿Ves? Ya está. Vamos a probarla.

Cargaron una piedra, tensaron la cuerda y la soltaron. La piedra estuvo a punto de aplastar al vigilante que, subido a una gruesa pared de hormigón, oteaba el horizonte.

-Necesitamos algo que la haga saltar más rápido un... un....-

-Un muelle- Alan apareció por detrás limpiándose las manos a su mandil. Se dirigió a la catapulta y la estudió dando vueltas a su alrededor.

-Un muelle de unos 10 centímetros de grosor puede servir, que mida unos tres metros y la colocáis aquí.- Y señaló un punto.- La cacerola debe ser más pequeña, que pese un poco menos y así lanzáis a más altura.

Todos le miraron alucinados.

-Era físico antes que cocinero- Y se encogió de hombr os.

Al día siguiente tenían hechos los arreglos y Alan les enseñó a calcular la distancia a la que podrían lanzar.

-Es cuestión de relacionar el peso de la piedra con el ángulo de lanzamiento, veréis...-

Tony observaba con un leve rictus de sorpresa en la cara, Luna fumaba sentada con los pies apoyados en la mesa.

-Al final sus esfuerzos valdrán para algo y míralos, están más fuertes que nunca.

El ejercicio de cortar, acarrear y montar la madera amén de transportar las piedras había dotado a los chicos de unos prominentes músculos en los brazos y en el pecho. Malik los llamó para su entrenamiento de tiro al arco.

-Y hombre.- Luna aspiró el humo- A alguno pillarán debajo, digo yo.-

Alan les concedió dos días de vida más a las vacas para que pudieran transportar más rocas.

-Si llenáis el cazo de piedras pequeñas también, crearéis el efecto de una lluvia, también eso puede hacer mucho daño.

Así que se dedicaron a llenar sacos de piedras del tamaño de una mano.

Ya no tenían más trucos, ni trampas ni nada.

La situación era agobiantemente peligrosa pero no se les ocurría nada más que pudieran hacer. Quedaban 15 días para el ataque. 15 días de espera, de espesa y tensa espera. La tensión era enorme y necesitaban romperla de alguna manera.

-Hagamos una fiesta.

En el cobertizo todos miraron a Alan.

-No podemos hacer nada hasta que los gemelos vuelvan, así que podríamos disfrutar un poco, por un día. Hacer un baile, un concurso de algo.... no sé.

Anne apoyó la idea y Adrian por supuesto. Los demás se miraron desconcertados.

-De acuerdo.

Se sacrificó una vaca para el convite. Algunos llevaron timbales y flautas. Y Alan llevó dos bidones llenos de cerveza.

El protagonista de la fiesta fue Adrian, que entre comida y cerveza se encontraba en su salsa. Hicieron un pequeño concurso de tiro al arco, quedando como finalistas Anne y Luna que disfrutaron de aquel reto, y lo dejaron empate. Y luego un campeonato de pulsos en el que Adrian se hizo el rey indiscutible. La cerveza corría. Ann eno permitía que el vaso de Luna estuviera vacío ni la dejaba un momento tranquila. Sabía que su pensamiento estaba con Débora y con los que habían huido al desierto. Cuando los timbales dejaron de sonar, se sentaron en el suelo de la choza. Luna escondió su rostro en el cuello de Anne.

-Anne, tú podrías ver si está bien Débora...- Anne asintió, sabría que se lo pediría. Apoyó su mano en la pulsera que Luna llevaba, se la había regalado Débora-

-Veo un edificio... todo es arena, y está bien. Tiene al niño de Aliana en brazos y sonríe...-

Luna suspiró y borracha, se durmió en brazos de Anne, que la abrazó como a una niña pequeña. Si la hubiera conocido antes de la llegada a Marte, no se habría fijado en ella nunca. Lo sabía porque Luna le había contado que antes era una estudiante de derecho. Anne no podía imaginársela con camisa y pantalones elegantes, ni con el pelo largo. Siempre había conocido a la guerrera Luna desaliñada, con el pelo corto, pantalones militares y camisa gris, siempre vigilante y expectante. Sólo medía un metro sesenta pero aprovechaba su baja estatura para escurrirse y luchar de una manera que ni Ann eni nadie había visto nunca. Y también era a la vez, capaz de reírse a carcajadas con las tonterías que le contaba Freak, una niña que se transformaba en la mejor luchadora cuando la situación lo requería. Le encantaban aquellos ojos capaces de tornarse en la mirada de una fiera y pasar al segundo a sonreír, en silencio. No podía imaginársela con gafas y cara de estudiante, como Luna le había contado que era antes. Ella siempre había sido así. Antes había sido motera, trabajaba en un garaje y los fines de semana se dedicaba a viajar de aquí para allá, como ahora.

Y ahora Luna había vuelto a ser la luchadora de siempre.

La fiesta se prolongó al amanecer, cuando Anne y Luna dormían abrazadas.

Pero el descanso no duró mucho.

Primero se oyó, lejano y atenuado, como un run-run. El vigilante levitó para observar quienes eran los que producían aquel ruido y se dirigió corriendo a la torre de control. Allí hizo sonar una sirena y se dirigió corriendo hacia la puerta.

-¡Ya vienen!

Durante un segundo todo el mundo creyó que eran los zombis y salieron corriendo, colocándose los cinturones con los espadines. Pero el vigilante ya había abierto la puerta.

-La expedición ya está aquí.- Y todos respiraron tranquilos.

Los gemelos se posaron orgullosos de un enorme trailer.

-La base estaba llena de zombis y acabamos con todos.

Arian le entregó un papel arrugado a Roberto.

-Están todas las cantidades aquí.

Al administrador se le iluminó la cara.

-Bazocas, ametralladoras, minas...

El administrador se subió al camión y comenzó a distribuir el arsenal.

Xuga se lanzó hacia la jarra de agua que Alan le llevó.

-Falta Ander.

-Una emboscada- Se limitó a decir Orion, mientras bebía directamente de la jarra.

Ander fue la primera baja que sufrieron antes de comenzar la lucha.

Delimitaron varias zonas del llano que rodeaba el poblado para colocar las minas y se repartieron las armas en función de las capacidades y habilidades de cada uno. Los gemelos recibieron a sus novias con los brazos abiertos y luego se dirigieron a la torre de mando. Orion tenía un fajo de papeles que le tendió a Tony.

-Guiamos a los que huían al desierto a la base, se esconden allí ahora. Pero lo mejor es esto...-

“Proyecto Marte”.-

El proyecto Marte era una misión de investigación mandada a Marte. Se le dio una gran importancia y aquel día todo el mundo estaba pegado al televisor.cd

Desde aquella base militar, por lo que Tony iba leyendo, se había organizado la seguridad del proyecto, pero lo que encontraron los gemelos no sólo era el sistema de vigilancia sino un experimento sobre la aplicación de rayos ondas a través de la televisión. Y cómo incidía en un determinado gen, regulador de las radiaciones psíquicas del cerebro humano. Tony leyó aquellos papeles durante toda la noche, mientras los demás organizaban la defensa del campamento.

La llegada a Marte era una manera de mantener a la gente delante del televisor. Por eso se dio tanto bombo a la llegada a Marte de la nave investigadora. Las ondas llevaban una programación muy clara, se crearía una conexión mental de todo el mundo, conexión comandada por un equipo de científicos. El experimento consistía en crear aquel hilo entre todas las mentes durante unos minutos, pero algo falló y millones de personas quedaron mentalmente anuladas, sólo el instinto permaneció. De un plumazo todos los recuerdos y conocimientos fueron anulados. Entre los papeles había un diario, una especie de cuaderno de bitácora de aquel experimento. Lo había escrito uno de los científicos.

“Durante años llevamos haciendo estos experimentos, con ratas de laboratorio y primates con resultados muy satisfactorios. Al experimentar con humanos, los resultados fueron más que excelentes, puesto que el cerebro humano es mucho más grande y deja menos espacio para el instinto y controles básicos y más espacio para la memoria y el aprendizaje, justo la parte que el gen controla y la parte que podemos controlar a partir de los rayos ondas. Gracias a la experimentación pudimos concluir algo que en la ficción se había explotado: la existencia de la telepatía. La capacidad del cerebro para comunicarse con otro a través de señales mentales, y la capacidad para controlar el tiempo y el espacio. ”

Ahora Tony se explicaba de dónde salía la capacidad de levitar y los poderes de los humanos.

“Durante años luchamos para hacer que la comunicación mental pudiera reproducirse para todos los humanos y gracias al señor T, la investigación puede extenderse a todo el grueso de las personas”

“El 15 de mayo lanzaremos los rayos a través de televisión, en la emisión de la llegada a Marte de una nave”

Tony se saltó los preparativos y buscó el momento en que aquellos rayos se emitieron por la tele.

El señor Laudan, director de la investigación, debía apretar el botón que permitiría que los rayos llegaran a todos los satélites para que la señal llegara a todas las televisiones. La señal estaba programada para lograr una interacción total de todos los cerebros de las personas que en aquel momentos vieran la tele, esta interacción duraría unos minutos, lo suficiente para recabar información para seguir investigando.

Pero algo sucedió. El señor Laudan parecía muy tenso y nervioso, en el momento de lanzar la señal me puse pálido, el disco que había introducido no era el programado por nosotros, yo era el único que me había dado cuenta. Sobre todo porque había sido yo quien había diseñado aquel disco y quien había introducido la información necesaria, me había pasado meses dándole vueltas a aquel disco, perfeccionándolo, buscando el material adecuado, y el disco que el señor Laudan había introducido en el ordenador no era el que le había entregado. Cogí a Laura del brazo y tiré hacia Laudan, le dije que por qué no había introducido mi disco y simplemente apretó el botón. No sabía qué información podía contener pero sabía que no había nada bueno, si no Laudan hubiera informado de un cambio a última hora y no lo había hecho. Mis colegas me sujetaron, sin saber qué ocurría, y les grité que pararan el programa. Todos, incluida Laura me miraban extrañados, pero Laudan apoyó mis palabras al sacar del bolso un revólver y apuntarnos con él. Quédense quietos y no hagan ninguna tontería. Todos le miramos entre sorprendidos y extrañados, y ocurrió. También nosotros estábamos sujetos al experimento, pero procuré no mirar a la pantalla. Los hombres que me sujetaban comenzaron a gritar y a apretarse la cabeza como si algo se la estuviera presionando. Laudan entonces, consciente de lo que ocurría, paró el programa a duras penas y la emisión no llegó a lanzarse completamente, pero el daño ya estaba hecho. Nos quedamos encerrados en el laboratorio, los soldados habían visto la emisión y corrían por los pasillos, como locos, disparándose y matándose entre ellos. Sólo unos pocos no habían visto la televisión, y murieron sin saber porqué sus compañeros les atacaban.”

A partir de aquí el relato contaba cómo habían intentado sobrevivir y cómo al final los soldados consiguieron entrar en el laboratorio.ojo

Tony salió de la choza y aspiró el aire nocturno, demasiadas cosas para una noche, al día siguiente les explicaría qué era lo que había ocurrido. El corte de la emisión era lo que había provocado que algunos no se hubieran vueltos locos, y que desarrollaran los poderes que ahora tenían. Recordó aquella llegada a Marte, estaba sentado en el sofá, haciendo tiempo para celebrar un funeral, no había notado nada extraño... hasta que salió a la calle. Y también se explicaba porqué algunos no tenían poderes ni se habían vuelto locos, como Adrian. Simplemente no habían visto la retransmisión.

Al día convocó una reunión y les explicó lo sucedido. Todos se asombraron, pero no tenían tiempo para lamentaciones, tenían que defenderse de aquella gente. Pero Tony estuvo a punto de sufrir un ataque de nervios, los días posteriores a aquel suceso, había estado a punto de volverse loco, buscando una explicación a todo lo que estaba ocurriendo. Y ahora, después de cinco años en los que había aprendido a no cuestionarse lo que ocurría y simplemente sobrevivir, descubría el porqué de toda aquella locura que había sacudido al mundo. Luna posó una mano en su hombro.

-Lo que ha ocurrido ya no puede solucionarse.

-Pero son millones, millones de personas anuladas por un experimento, por un triste y ruin experimento. Es... increíble.- Y suspiró.

Luna sabía que si dejaba que Tony se derrumbara, los demás también lo harían. También ella estaba enfadada, no sabía qué pensar ni qué sentir, pero lo último que les hacía falta era pasar por aquello ante el ataque inminente de los zombis. Necesitaban toda su fuerza física pero también la fuerza moral para sobrevivir.

-No puedes abandonar ahora Tony, te necesitamos. Esas personas no son culpables de lo que ocurre, pero no podemos hacer otra cosa aparte de defendernos, son ellos o nosotros.

Tony salió del cobertizo mientras que los papeles que había leído iban pasando por las manos de los sorprendidos soldados.

Faltaban cuatro días para la fecha del ataque que el Oráculo había predicho. Doblaron las guardias y comenzaron a llegar coches de otras comunas. Habían concluido que unidos tendrían más probabilidades de sobrevivir. Dejaron los caminos plagados de minas y de trampas.

Freak enseñaba su catapulta la cual contrastaba con las armas que los soldados portaban. Habían reforzado el muro que protegía el poblado con hormigón que encontraron en una cantera abandonada, la comuna era prácticamente inexpugnable.

Tony se encerró en su choza, y los demás decidieron dejarlo tranquilo y seguir con los preparativos.

El huerto, que tanto habían cuidado, estaba ocupado por los coches. Si los zombis lograban entrar tendrían que huir y los dejaron a punto para irse.

La última noche Luna y Ann durmieron abrazadas. Freak y sus amigos se quedaron en la catapulta y Malik les dio su última clase como soldado. Había fabricado unos pequeños colgantes con el dibujo de la cruz roja que tenían como insignia y unos cuchillos que les entregó.

Adrian sorteó unos cuantos cuerpos que dormían en el suelo para llegar a la choza de Tony. Se encontró con la misma imagen, desaliñada y desencajada de hace cinco años. No llevaba el alza-cuellos pero estaba arrodillado ante una cruz de madera. Y Adrian se alegró de no haberlo matado la primera vez que lo vio. Lo había confundido con un zombi. Con aquel pelo largo y aquella mirada perdida. Pero en el último momento se dio cuenta de que aquello no era locura sino tristeza. Ahora volvía a ver aquel hombre, triste porque no entendía qué le ocurría al mundo. Pero su mirada era diferente, tenía un brillo diferente.

Tony se levantó y comenzó a prepararse.

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