miércoles, 19 de agosto de 2009

Amir y el Mar

Os voy a contar un secreto: encontré mi disco duro donde tenía todo lo que había escrito estos años, qué cosas…

Este relato lo escribí al poco tiempo de llegar a Gijón, después de trabajar durante un día y medio en una ludoteca de unas jornadas que se celebraron en Gijón. Las jornadas duraron un día y medio, teníamos 30 niños y niñas a nuestro cargo, éramos siete monitoras y sólo resonaba un nombre en todo el recinto…¡Amir! Ven aquí¡¡¡ deja a los demás en paz¡¡¡ no te metas con los mayores que te van a canear¡¡¡ ufff el día y medio así… Este relato está inspirado en él y un poco en la política social… espero que os guste…

ciudadanosdelmundo2

 

Somos distintos,

somos iguales,

pero en la calle nadie lo sabe…

(Celtas cortos)

AMIR Y EL MAR

Se ha quedado una silla vacía en la mesa en la que me siento en el comedor del cole. La ocupaba Amir, pero hace unos días que ya no viene. Estoy pensando en preguntarle a la seño Mar, que es muy amiga de Amir, qué es lo que le pasa. Podría preguntárselo a la seño Rosa, que es la maestra de Amir, pero no me gusta. No habla casi con los niños, y, cuando lo hace, parece que está fastidiada. La última vez que la vi reñir a Amir, vino corriendo a nuestra mesa en el comedor, y le apartó la cuchara, justo cuando iba a metérsela con un trozo de chorizo. Amir se asustó tanto que comenzó a hablar:

- ¡No hice nada seño! ¡De verdad! ¡Sólo estaba comiendo!

E iba a proseguir diciendo cosas pero la seño Rosa le cortó.

- Sigue comiendo Amir ¡en este colegio nadie hace nada bien!

Y se fue hacia la cocina muy enfadada.

El trozo de chorizo se quedó en la servilleta, apartado, ¿estaría malo? Y aquella vez también se lo pregunté a la seño Mar.

Nos contó en clase que Amir era musulmán, mientras escribía esa palabreja tan rara en la pizarra. Y que los musulmanes creían en un dios que se llamaba Alá que les prohibía comer carne de cerdo. También nos contó que no tenían Navidades ¡ni Reyes Magos! y pensé que era una religión un poco aburrida.

Amir es un chico un poco inquieto, eso dicen las seños. Cuando se aburre en su clase se escapa y se mete en la de los demás. El día que llegó nueva la seño Mar, se coló en nuestra clase y se puso a correr entre las mesas. Nosotros empezamos a reírnos y a gritar. La seño Mar se quedó esperando hasta que Amir pasó a su lado y consiguió sujetarlo por un brazo. No le riñó ni nada, sólo le preguntó “¿Cómo te llamas?” y Amir gritó su nombre. Luego apareció la seño Rosa y se lo llevó.

Al rato, Amir volvió a entrar, pero esta vez no corrió entre las mesas, sino que se dirigió directamente a la seño Mar. Y fue muy gracioso: Amir se puso de puntillas porque es muy bajito, sólo tiene cinco años, para hablar con la seño Mar que es alta y su pelo tiene el color del mazapán.

- ¡No me has dicho tu nombre! ¡No me has dicho tu nombre! – así millones de veces y nosotros le coreábamos.

- ¡Se llama Mar! ¡Se llama Mar! – lo decíamos cada vez que preguntaba. La seño Mar lo cogió por un brazo y se lo llevó a su clase pidiéndole “¡Por Dios!” que se callara de una vez.

Mar nunca se enfada con él, bueno, casi nunca. En el patio del cole, cuando nos cuida Mar, Amir se dedica a dar vueltas corriendo alrededor suyo, sin parar y siempre diciéndole lo mismo.

- ¡No puedes llamarte Mar! ¡Mar es el nombre del mar!

Mar se ríe mucho con él.

- ¡No tienes los ojos azules ni pescados en la barriga!

Mar intenta no hacerle caso, pero entonces, Amir se le acerca y le lame la mano.

- ¡Y no sabes a sal! ¡No puedes llamarte Mar!

Entonces la seño sí que se mosquea un poco y se pone seria, pero Amir ya está corriendo para esconderse en los columpios.

Cuando acabe el recreo le preguntaré a la seño si Amir está malo. O igual ha pasado algo en su casa, porque el último día que lo vi vino su padre a buscarlo, y no su mamá, que siempre venía con una bolsa con pantalones limpios, porque Amir se mea muchas veces. La seño Rosa siempre dice que Amir se mea porque “Tiene siempre tanto que jugar, y tanto que correr, que no tiene tiempo de ir al baño”. Aquel día reconocí a su padre porque era muy moreno, como Amir, y porque pronunciaba raro. Amir me había contado que en su casa hablaban en marroquí, que es como el árabe, o algo así, y que su papá siempre le hablaba en ese idioma, menos cuando había otra gente delante, entonces hablaba en español y Amir no le entendía nada.

- Yo sé hablar en marroquí y en español. Mira…

Y entonces decía cosas que no entendía, como si aspirara las palabras. Su padre no hablaba como si las aspirara, sino como si se le atragantaran y no quisieran salir de su boca, y era muy difícil saber lo que decía.

Y luego, Amir ya no volvió más.

Ahora el patio está muy tranquilo porque ya no está él corriendo por todos lados y gritándole a las seños.

Ya ha sonado la campana que avisa para volver a clase y nos colocamos en nuestros sitios. La seño Mar coge al primero de la mano y dirige la fila. Aquella tarde tocaba hacer sumas y restas, pero antes que empiece le pregunto qué es lo que le pasa a Amir. La seño deja la tiza en la pizarra y se sienta en su silla.

Nos cuenta que Amir se ha vuelto a Marruecos, que a su papá no le dejaban estar aquí y que se había ido toda la familia.

- ¿Es que su papá es malo? – me extraña mucho porque aparte de hablar raro, parece un papá como los demás, un poco más moreno, pero mi mamá dice que en África hace mucho sol y que por eso todos los que vienen de allí tienen la piel tan oscura.

- No. Lo que pasa es que necesitan un permiso para estar aquí y no lo tienen.

- ¿Y por qué no lo pide? Cuando necesito ir al baño, pido permiso y me lo dan siempre.

La seño Mar se ríe.

- Con las personas mayores los permisos no funcionan así, es más difícil.

No lo entiendo. Mi padre nunca pide permiso para hacer nada y no sabía que los mayores también necesitaban que les dejasen hacer las cosas. La seño Mar nos dice que no nos preocupemos por Amir, aunque es raro, su mirada parece muy triste, se parece a la de mi hermana Ana, que es más pequeña que yo y mira de la misma manera cuando le duele la barriga. Dice  que Amir estará bien, que irá a otro cole y que seguirá jugando y gritando mucho.

Yo sigo pensando en por qué los mayores necesitan tener permiso para que puedan vivir  donde les dé la gana, por culpa de eso, Amir ya no está en mi cole y las clases son muy aburridas sin que un niño gritón venga y se cuele para gritar y revolucionar al resto.

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2 comentarios:

Xurde dijo...

En mi clase se llamaba Mohamed, hace tiempo que no lo veo, pero me encantaría encontrarmelo, era tímido y muy sonriente.

Jo dijo...

Así están las cosas. Hay que pedir permiso para todo y lo malo es que no te lo dan. En algún momento el miedo acabó con las libertades, bueno, el miedo y el dinero.